La semana que termina pasará a la historia del periodismo, pero a la menos heroica. Nos ha vuelto a ocurrir. Como en la gripe A, la tentación del alarmismo pudo sobre los datos. Mientras los muertos reales crecían diariamente de mil en mil, los medios nos ocupábamos de un accidente que, a día de hoy y que se sepa, todavía no ha producido ninguno. Esto se justificaría si estuviéramos hablando de una amenaza latente capaz de provocar una tragedia mayor que la ya ocurrida. Los datos científicos y técnicos desmentían tal posibilidad, así que nos hemos agarrado a declaraciones estrepitosas e interesadas de alemanes y franceses. Un papelón. Y todo eso mientras Gadafi marchaba hacia Bengasi con la complacencia de la Santa ONU, tapado encima por el alarmismo de la tragedia japonesa. Tristísimo. La crisis de los medios no es tecnológica, sino de periodismo.
Piensen, para el caso español, en el nivel del debate nuclear. Primero, se abrió sin datos. Apenas se sabía que el terremoto y el posterior tsunami habían generado problemas en una central, se dispararon las opiniones globales, por otra parte, perfectamente previsibles y bien alienaditas con esquemas ideológicos y políticos. Decía el historiador Paul Johnson que España era “una desconcertante mezcla de ideas antiguas y cháchara confusa”. Lo recordaba esta semana Daniel Tercero, quizá porque respondimos con precisión a esa idea, hasta un punto sonrojante.
Veremos qué pasa finalmente en Fukushima. Todo apunta a que la posibilidad de un gran desastre mengua con los días. Y a que podremos seguir yendo a ver “Torrente”, que es lo que mejor combina con la «cháchara confusa» de este país.
Todos tenemos que hacer un poco de autocrítica por dejarnos llevar por el alarmismo.
Imagino que esto obedece a dos poderosas fuerzas. El miedo que se ha instalado en nuestra sociedad y el deseo de conseguir audiencia.
Una pena
Felicidades por poner un poco de razón en este asunto.
Me alegra, Paco, que hayas publicado este post en este sentido. Esta misma semana comentaba con más gente la vergüenza y cabreo que iba sintiendo día a día al leer en la web las ediciones digitales de los principales medios de este país. Ha sido desmoralizador comprobar el bajo nivel del periodismo. Textos que se supone informativos que no dan datos concretos, llenos de palabras como «muchos», «algunos», «varios», términos indefinidos solo para usar en casos excepcionales. Titulares escandalosos, ridículos, alarmistas, fuera de la realidad. Y lo más alucinante ha sido que muchos periodistas que están en Tokyo, como algunas de las radios, repetían una y otra vez en sus crónicas que allí la situación era de calma, de tranquilidad, de intentar volver a la normalidad y de preocupación por los supervivientes, mientras que aquí dala a la matraca con la central nuclear y el apocalipsis. Daba igual la realidad, lo importante era poner un titular cada vez más alucinante. Ha sido lamentable, una actuación fuera de lugar.
Para mi la explicación se reduce a la falta de rigor informativo. Probablemente en nuestra profesión suframos la mediocridad general de la sociedad occidental. Y no solo en la prensa.
Curiosamente, el político que en mi opinión mejor ha hablado esta semana, con más sensatez, ha sido nuestro presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Lo de la señora Merkel ha sido de bochorno, y lo del comisario de energía de la UE, un alemán del mismo partido que la señora Merkel, ha sido para cesarlo de inmediato. En general, me parece que la actuación de los dirigentes occidentales, salvo el señor Zapatero, ha sido de auténticos «cagones», sin criterio propio, dejándose llevar por una «supuesta» alarma de la opinión pública.
Pero vamos a ver, ¿realmente alguien piensa que si en España hay un terremoto de 9 grados nuestra preocupación serán las centrales nucleares? Yo creo que en ese caso lo único que resisitirá serán precisamente las centrales nucleares. En mi ciudad, por ejemplo, Coruña, me imagino perfectamente todos los edificios ‘colapsados’ y cientos de miles de muertos.
Es cierto lo que dice Francisco, es el miedo, el pensar que hay algo que no podemos controlar, el darnos cuenta de lo frágiles que somos, lo que nos lleva al pánico total.
En mi opinión habría que honrar como héroes a todos los trabajadores de las centrales dañadas, a todas las personas que han trabajado por arreglar el problema, y a todos los japoneses por su lección de cómo afrontar un desastre natural.
Y los medios, han dado una docena de paladas para hacer más profunda su tumba.
Es el signo de los tiempos. El tremendismo es algo que aplicamos a todo, de forma cotidiana. Por ejemplo, cualquier crítica a la magistratura, cualquier investigación de supuestas tramas de corrupción, cualquier cuestionamiento de algo… Todo se convierte en «el peor ataque a la democracia desde el 23-F». Tenemos uno o dos todas las semanas. En el caso de la central de Fukushima, la desinformación ha contado con la ayuda inestimable de todo tipo de catedráticos y científicos que se han encaramado a las teles para pedir un poco de paciencia a la audiencia, ya que el apocalipsis llegará en un ratito.
Me parece que comparto, sobre todo, la opinión de El jukebox: hay algo en la esencia del periodismo superficial que aboca al tremendismo, a quedarse con el lado más punzante por mucho que no sea el más revelador o relevante, la ansiedad por dar algo nuevo, de manera que la última noticia desplaza a las demás por importante que sean. Y en esto también tienen culpa los lectores, que premian a menudo tal proceder. Por eso el accidente de la central ha primado sobre decenas de miles de muertos y desaparecidos, sobre las noticias del difícil rescate de muchos, sobre las matanzas en Libia, sobre…
Estou de acordo co que decides mais o certo que o medo existe. Hai intereses económicos por implantar a enerxía nuclear no noso pais, esta enerxía tamén temos que importala o combustible e logo exportar os residuos, e construción dunha central nuclear parece ser que non é nada barata. Porqué non se empeza dunha vez un debate serio sobre o modelo enerxético para o Estado e se poñen os medios para un transporte publico eficiente e axeitado para a xente en xeral e non como estratexias económicas e políticas de uns poucos.
Me alegra oir esta autocrítica. Pero creo que el «morbo» se ha cebado también con los usuarios de las redes sociales.
Saludos Paco.
Yo no soy periodista y aquí se juzga el trato otorgado a la tragedia por los medios.
Advierto que no soy objetivo, por desgracia conviví con cientos de niños desahuciados de Chernobil. Creo que nadie que viviera mi experiencia pensaría de forma objetiva.
Aquella fue una experiencia durísima, aunque me sirvió de mucho por ejemplo cuando en la actualidad conocí niños con enfermedades degenerativas. Aprendí que les queda poco de vida, pero tienen mucho más que los niños Ucranianos, pues cuentan con el amor de sus padres, aquellos eran huérfanos y como estaban gravemente enfermos, nadie quería hacerse cargo de ellos.
Por otra parte esta semana he consultado algunos expertos. Un ingeniero de minas con mucha experiencia y un catedrático de la escuela de Caminos de Coruña. El primero me confirmó que es mentira la supuesta rentabilidad de la energía nuclear. Hasta ahora hay muy pocas amortizadas aún contando solamente el retorno financiero y no los daños causados a la salud de las personas. Curiosamente suelen estar vinculadas a determinados intereses militares y no hace falta ser muy listo para seguir la pista a algunas vinculaciones ideológicas como las que aquí se citan. No entiendo que tiene que ver la ideología con la polémica, salvo que algunos viven de los foros nucleares y otros de las aportaciones voluntarias de las cuotas de los simpatizantes ecologístas.
El Catedrático me comentó una experiencia que vivió profesionalmente en Ascó. Allí comprobó como se trucan los indicadores y yo opino como el: que no se puede poner en manos de unos irresponsables algo potencialmente tan peligroso. Otra conclusión que me contó, es que los índices utilizados para el calculo de las centrales, han saltado por los aires, con lo cual se ha generado una grave inseguridad jurídica en la que nadie se quiere pillar los dedos. Otro tema, es que lo mismo que ha pasado en Japón, sin Tsunami ni terremoto, ya ocurrió en Vandellós uno. Los bomberos intentaban apagar un pequeño incendio y estropearon el circuito eléctrico. El problema se resolvió gracias a Vandellós dos que pertenece a otra empresa, pero pudieron ayudarles en último extremo con la temperatura del reactor y las alarmas enloquecidas “haciendo un puente” con la electricidad de la central vecina. Un profesor de la escuela de náutica de Coruña estaba allí y los directivos de la central confesaron en privado de que se salvaron por los pelos.
Todo esto puede que solo sea otra dosis de ese parloteo que menciona Paco, pero sin menospreciar los diez mil muertos del tsunami, está demostrándose un fuerte incremento de radiación en el medioambiente, en el agua, la leche y demás alimentos en el Gran Tokio que reúne a cuarenta millones de habitantes. No quiero pensar en algo comparable a Chernobil, por ahora dicen que faltan dos escalones para llegar al siete, pero después de aquella catástrofe, todo el mundo acepta que es el segundo accidente nuclear mas importante de la historia después de aquel funesto día donde solo se veían daños materiales pero que a lo largo de los meses, la radicación acabó con la vida de doscientas mil personas.
Así es. La cháchara confusa se multiplica en las redes sociales, aunque hay mucha gente sensata que ya venía advirtiéndolo. Saludos, Rosa.
Bueno, la cosa no era una defensa de la energía nuclear, sino sobre un tratamiento periodístico de un accidente que, aun siendo el segundo en importancia de la historia, aun no ha matado a nadie, mientras en la misma semana se contaban PO decenas de miles los muertos y desaparecidos en el propio Japón, en Libia y en tantos conflictos tapados, como el de Costa de Marfil.
Por supuesto que la energía nuclear es peligrosa y que hay grupos de presión en torno a ella (solo a veces relacionados con usos militares), pero en toda su historia ha matado a menos gente, me temo, que los simples escapes y explosiones domésticas de gas. No digamos nada si contamos los vehículos accidentados movidos por esa energía o los muertos en incendios y explosiones industriales (en refinerías, por ejemplo). Y contamina menos.
Una opinión desde dentro: Kenzaburo Oé http://ivanthays.com.pe/tagged/oe
Cuando cursaba primer año de carrera en la facultad de Ciencias Políticas, mi profesor de Historia Contemporánea dijo: «es triste decir que en la facultad de Historia hay alumnos que llegan a quinto curso sin saber leer un periódico». Tener capacidad de crítica es fundamental para poder hacernos una visión ajustada de lo que ocurre a nuestro alrededor. Tan importante como la capacidad de aucrítica. No solo curre con los medios de comunicación, aunque por su infuencia, deberían convertirlo en la primera premisa a la hora de abordar cualquier trabao, independientemente de las presiones a las que sin duda también están sometidos.
Un cordial saludo profesor.
Así lo han visto en El País: http://www.elpais.com/articulo/opinion/realidad/aumentada/elpepiopi/20110320elpepiopi_5/Tes
El artículo de la defensora del lector de El País tiene alguna cosa que está bien, pero claro, echarle la culpa del despropósito informativo a la globalización y al avance tecnológico de los medios de comunicación me parece de broma. La culpa es de los periodistas, de quienes toman la decisión de poner una foto u otra, de componer las portadas, de escribir los titulares. En definitiva, de una especie de mediocridad profesional que se extiende en los medios de forma imparable (bueno, en los medios y supongo que también en todas las profesiones en general, aunque las demás se exponen menos).
Esta mañana un tertuliano se quejaba en la radio de que ahora mismo la manipulación informativa de los partidos políticos y de los dirigentes políticos es total: ruedas de prensa sin preguntas, mítines en los que no se puede tomar imágenes, etc…
Al oirlo me preguntaba por qué los medios actuamos con tanto seguidismo irracional, por qué cubrimos ruedas de prensa sin preguntas, por qué vamos a mítines absurdos, por qué consideramos información de interés cuestiones que no tienen la más mínima relevancia.
Es un desastre que acabará en nuestra ruina.
Pues estoy de acuerdo con las cuestiones que plantea Maikel en su último comentario.