El coraje perdido
En tiempos de abundancia se disimula fácilmente la falta de coraje, de ideas grandes, de magnanimidad. Pero en los de escasez, no hay como tapar debilidad tan vergonzosa. Cuando las cosas van bien casi solas, se puede sonreír sin otro fundamento que ese, el que las cosas van bien: la barriga llena, los caprichos cumplidos, los riesgos cubiertos (o eso parecía), la posibilidad de demandar al ayuntamiento porque el niño se había roto una pierna en el botellón (porque el ayuntamiento no cuida como es debido de los niños borrachos) o la exigencia de un autobús para que vuelvan vivos de las juergas nocturnas y, en fin, mucho tiempo libre para discutir, para enzarzarnos en debates que, en tiempos de crisis, parecen vulgares, producen la sensación de gente tediosa que ha estado perdiendo el tiempo.
Pero el coraje, aquel que echaba tanto de menos Soljenitsin en Occidente («“El mundo occidental … Seguir leyendo