Excelente análisis de Ignacio Aréchaga:
Los partidarios de la reglamentación consideran que se trata de un mal inevitable que más vale regular, para mejorar la situación de las prostitutas y erradicar el comercio sexual en la calle. Pero la experiencia de países que han optado por esta vía –Holanda, Alemania– indica que la situación de estas mujeres no ha mejorado y el comercio sexual se ha extendido.
Para los abolicionistas, una actividad degradante como esta no se puede regular laboralmente, porque va contra la dignidad de la persona y es una forma de explotación de la mujer. Incluso, las feministas más aguerridas dejan de ser “pro choice” en este caso, y aseguran que no hay prostituta voluntaria y que aquí no vale “mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiero”. Lo de que el Estado no debe entrar en la alcoba deja de tener vigencia si se trata de la alcoba de un burdel. Y aunque sea un trato entre dos adultos que consienten, habría que echar mano del Código Penal para perseguirlo.
(Artículo completo: La cultura del sexo de pago)
Perfecto Paco! Un abrazo desde Brasil.
En efecto, excelente artículo
Sí, estamos de acuerdo, hay que cambiar la forma de ver la sexualidad, pero ¿mientras tanto? Aquí nadie le pone el cascabel al gato!
Un abrazo
Muy bueno. Pero es otra forma de ver la sexualidad o es otra forma de ver las relaciones entre sexos? no es lo mismo. El cascabel nadie se atreve a ponerlo y supongo que las razones son muy variadas, pero mientras tanto, por lo menos, vamos tintineando por ahí unos cuantos. No es poco. Casi siempre se empieza así, y este camino parece laaaargo. Abrazos.