Galicia está en Buenos Aires.
Muy recomendable el blog de Gonzalo Peltzer quien, además, comparte las cinco características de quienes ya están en la lista de enlaces de este blog, así que…
Interesará especialmente a los periodistas y a quienes quieran ver cómo se llevan los medios de comunicación y el gobierno en Argentina. Pero no sólo.
Por cierto: Alfredo Triviño,
Efectivamente, Galicia está en Buenos Aires, en todos los sentidos.
Mikel
PD Lo que no tengo claro es que Buenos Aires esté en Galicia, aunque me parece que cada vez más.
Pregunta de despistado: esas cinco características son…
Lo de Galicia y Buenos Aires es una larga historia de ida y vuelta. Tenemos, por ejemplo, el prodigioso caso de Luis Seoane: hijo de la emigración, nació en Buenos Aires; luego regresó a su Galicia de origen; la Guerra Civil le llevó al exilio… de nuevo en su Buenos Aires natal; y, finalmente, se asentó en A Coruña hasta su muerte, de la que pronto se cumplirán treinta años.
La vida está llena de estas historias de ida y vuelta entre Galicia y Argentina. Otro ejemplo de que Buenos Aires también está en Galicia. El cirujano cardíaco que me rescató de entre los muertos, el doctor Alberto Juffé, nació en Buenos Aires, trabajó durante una temporada en Madrid, volvió a Buenos Aires para poner en marcha un programa de trasplantes y desde hace años se ha instalado definitivamente en A Coruña como jefe de Cirugía Cardíaca del Hospital Juan Canalejo.
Por algo, Paco, Galicia y Argentina comparten los colores de sus banderas.
Bueno, Montevideo no está en Argentina, pero casi. Yo soy orientalito de nacimiento y de padres gallegos. Gallegos de Galicia y no es una redundancia sino una precisión pues todos sabéis que allí a todos los españoles les llaman gallegos. Nosotros nos consideramos aquí individualistas y que solo nos unimos en la emigración. Yo creo como Neira Vilas (el cronista de la emigración), que se fueron los mejores, los mas valientes y mas decididos. Los apocados e indecisos aquí se quedaron. Por eso y porque salir de la aldea y conseguir adaptarse a un mundo nuevo seleccionó la elite de los que triunfaron. Ese “espíritu centrífugo” que describía Carballo Calero era el que nos echaba afuera y el que nos impulsaba a emprender las hazañas mas arriesgadas. Podría extenderme como es habitual en mi, tratando de explicarme con numerosos ejemplos y anécdotas reales que han acontecido en mi familia. Hoy mismo he pasado todo el día con un argentino con abuelos oriundos de Muros. Le expliqué una teoría que podría servir también para los gallegos y creo que retrata bien a los argentinos. Son los mas europeos de Latinoamérica, son esa gente preparada y culta, que individualmente funcionan muy bien, pero cuando intentan organizarse son un desastre.
Al igual que Prometeo antes yo también pensaba que emigraron los mejores de entre nosotros. Pero a medida que conozco mejor la emigración empiezo a cambiar de idea. No se trata de restarles mérito, eso nunca, además me va el pan en ello (como bien sabe Paco). Emigraron los mejores, los normales, los peores y de todo tipo. Muchos hicieron fortuna y muchos no la hicieron, y muchos prosperaron y entraron a formar parte de la sufrida y admirada clase media.
En cuanto a los argentinos, je,je, y sin ánimo de ser ofensivo, yo diría que son de lo peor que hay en Europa: una mezcla de italiano y español. Es decir, el caos total. Ahora bien, lo pasas divinamente.
Mikel
La explicación del editor indio sobre los usos insospechados de los periódicos en su país es muy interesante. Me hace recordar una que escuche hace muchos años sobre la empresa gallega Televés. Habían detectado un enorme consumo de antenas de televisión en una zona rural. Les pareció extraño que el consumo de antenas superara ampliamente el número de habitantes. ¿Cómo podría ser que se consumieran hasta doce antenas por persona y la demanda siguiera creciendo? Decidieron investigarlo y descubrieron que la gente allí usaba las antenas para confeccionar cierres de fincas duraderos. En aquella sección de la Voz que hablaba del ingenio patrio para reutilizar puertas de ascensor o somieres, pudimos ver como nuestros paisanos se buscan la vida para reaprovechar y dar una nueva vida a los objetos que quedan obsoletos a pesar de que en su día fueron diseñados para una cosa totalmente distinta. También me acuerdo de un cubano que me explicaba como se hacía una antena parabólica. Contaba: chico nosotros somos innovadores, con un poco de tela de gallinero, unos circuitos pillados de aquí y de allá y una lata de toronja, listo ya, a ver la tele internacional. Y yo que pensaba: Dios mío que complicado es esto de las antenas parabólicas. A mi esto me ilusiona mucho. Todavía en esta sociedad que todo parece estar planificado y donde casi no entendemos de nada, algunos todavía pueden aplicar su ingenio y descubrirnos rendijas que se escapan a los sesudos del marqueting. Mi padre y yo podíamos desmontar el camión en medio de la calle y volverlo a montar, pero hoy ni siquiera el mejor ingeniero puede meterle mano a su coche si lo deja tirado. Antes entendíamos como funcionaban las cosas, a fin de cuentas la revolución era desmontar la sociedad para volverla a montar. Cada día es verdad entendemos menos, pero incluso en los países mas avanzados aparecen esas grietas que dejan fluir el pensamiento represado de la gente. Estos resquicios son una esperanza. Sobre algo parecido relacionado con la comunicación me gustaría hablaros un día, pues lo ha estudiado mucho mi amigo Tadashi que además de antropólogo y filósofo, también es un experto en cinematografía y periodismo quizás un poco porque su hermano mayor es un personaje importante de la televisión japonesa. Tadashi siempre tan estudioso y aplicado estaba al límite de su resistencia personal después de estudiar los cambios sociales en la India, imbuirse en la cultura Yanomami, investigar la brujería en Galicia, o vivir durante años como si fuera un mapuche. En una vuelta más empecinado en su lucha personal con el conservador mundo académico de su país (bueno fue también un poco Erasmo y ahora da clases en la universidad de Tokio), decidió meterse de lleno en la filosofía. Su hermano el periodista no necesitaba nada de eso para tener gran renombre e intuía que había algo que justificaba aquel éxito. Ese conflicto personal al que yo tuve la suerte de asistir, sirvió para que compartiera reflexiones muy interesantes sobre esos resquicios que provocan vuelcos imprevistos en la opinión pública. Ahora comparte la enseñanza y el estudio de la antropología, la filosofía y la cinematografía. La luz de aquellos resquicios que repasamos aquellos días inolvidables tenía que ver con una corta filmación de un bombardeo sin sangre ni atrocidades. También como se invertía la opinión publica sobre la insumisión por culpa de una sola foto. Recordamos episodios de nuestra vida que se nos presentaron como una revelación y comprobamos en nosotros mismos como habíamos coincidido en la interpretación de aquellas imágenes que sin embargo habían sido difundidas con un objeto totalmente contrario. Pertenecíamos a mundos y culturas totalmente dispares y sin embargo ambos habíamos escapado a lo previsto y programado. Me ilusiona pensar que todavía puedo usar una antena de televisión para construír un corral de gallinas