En Galicia, la propensión al diminutivo es genética. En un hospital, hace unos días, escuché a una enfermera pedirle «las recetiñas» a un paciente, y a un enfermero decirle a un tipo más bien corpulento que subiera los «braciños» para hacerle una radiografía. Se dan las «graciñas» como si fueran caramelos.
Pero algunos, influidos por Pedro de Miguel, seguimos mirando mal los diminutivos y apenas los usamos más que en su sentido despectivo.
Por eso, al ver la columna de Elvira Lindo, supe que decía El lacito sin afecto. Su artículo y este otro de Batiscafo me quitaron todas las dudas que tenía sobre si los cofrades debían llevar o no el lazo blanco.
De este asunto que comentas llama la atención la posición algo extraña de muchos comentaristas que hablan maravillas de las procesiones y los actos de Semana Santa como si se tratase de actos neutrales cuando son manifestaciones puramente religiosas y, en concreto, de la religión católica. Y en dicho credo el aborto es un mal objetivo. Por lo tanto, me parece normal que quienes participan en estas procesiones se opongan al aborto de manera pública.
Y me hace gracia del artículo de la señora Lindo su referencia a que dichos actos están subvencionados. Si es que la izquierda es incorregible y sigue pensando que cuando gobierna el dinero de los presupuestos es suyo y no se puede dar a quienes opinan en contra. Están anclados en el pasado.
Y que conste que no me gustan las procesiones.
Las procesiones de Semana Santa no son manifestaciones únicamente religiosas, estimado Maikel. Son manifestaciones antropológicas de una manera de entender la fe. Es más, si vas a Sevilla te encontrarás con cofrades que dicen no creer en Dios pero sí en la Virgen de la Macarena.
Las procesiones son (o eran) manifestaciones populares de la fe del pueblo, no tanto un «chiringuito» organizado por la Iglesia.
Yo he estado en 2001 en la Semana Santa de Motril (un pueblo pequeño de Granada) y me quedé pasamado de la fuerza, intensidad con la que se reviste el pueblo por esas fechas. Y cuando sale una señora mayor (muy mayor) a cantar una saeta desde el balcón de su casa, te llega algo al alma aunque no creas en Dios.
Por otra parte me parece que la Semana Santa se está instrumentalizando como manera de «hacer caja». Este lunes salió en Santiago la primera cofradía de no sé qué Misterio. En lugares donde la Semana Santa no tiene apenas tradición, como por ejemplo es el caso de La Coruña, quererla promocionar artificialmente me parece un disparate. A mí me da igual. Sólo me molestan cuando quiero cruzar de calle.
Con todas estas contradicciones, no me extraña nada lo del «lacito».
Se me permiten un comentario persoal, comentareilles que as cousas da Señora Lindo -esposa, por certo, dun dos meus escritores máis admirados, Antonio Muñoz Molina- nunca me fixeron moita gracias, pero ultimamente aínda me fan menos.
Confieso que no soy religiosa pero respeto los sentimientos de cada uno, a este respecto y su forma de manifestarlos.
Pero con lo que no puedo es con las imágenes que no paran de difundir por la TV del Borjita Thyssen llevando el trono y su mujer ejerciendo de «mayordoma».
En fin, no tengo nada más que decir.
biquiños y que disfrutes de estos «santos» días.
Evidentemente, la cuestión no está en qué se dice sino en cómo se dice.