Hace años dije en una entrevista que a escribir se aprende por envidia. Solo el capaz de tal vicio puede sentir dolor ante un texto ajeno y pensar o decir: «Esto debería haberlo escrito yo». Esta envidia compareció de nuevo ayer al ponerme con el último libro de Ander Izagirre (Cuidadores de mundos, Altaïr 2008): veinticinco reportajes que se leen como veinticinco cuentos, con la diferencia de que los protagonistas, los paisajes y los hechos son reales, aunque parezcan obra de un fabricador de leyendas.
Sorprende mucho su modo de narrar: escueto, fluido, con palabras viejas que parecen adquirir textura, brillo, densidad y significado nuevos: «Si el mineral extraído contenía mucho hierro, los mineros cobraban paga extra. Por eso se pasaban la noticia con un grito triunfal: «¡Alirón!, ¡Alirón!» Eran las palabras que los químicos ingleses habían escrito con tiza en el mineral: «All iron». ¡Todo hierro!» No hay adorno ni floritura en lo que escribe, solo información, rigor y la mirada de quien sabe comprender.
Esto impresiona especialmente: el modo de acercarse a los personajes. Ander se mete en su piel hasta entenderlos como ellos se entienden a sí mismos, sin juzgarlos, queriendo hacerse cargo de por qué actúan, sin deformarlos para que la historia deslumbre. Y termina por comprenderlos, aunque el lector queda en libertad para emitir juicio propio, porque Ander le ha proporcionado todos los datos. Qué diferencia con quienes solo ven lo que quieren ver y solo escuchan lo que quieren escuchar. En el reportaje «Las raíces de una vida», se ocupa de Juan Reguillaga, un carpintero artista y visionario, que esculpe raíces muertas y habla sin parar de milagros y apariciones. A Juan lo toman por loco, pero Ander da con una excusa: «En el fondo, Juan llama milagro a la sucesión de actos de bondad y agradecimiento. Parece difícil despreciar esa idea». ¡Alirón!
===============
Para comprar el libro: Altaïr, FNAC, La Central, La Casa del Libro, Laie, Desnivel, La Tienda Verde, De Viaje, Metrópolis, Elkar…
Otros libros de Ander Izagirre:
Igual Gide estaba equivocado y no hace falta maldad para crear buene literatura.
El tiempo nos hace mayores a todos y nos hace reivindicar la inocencia perdida de las lecturas clásicas de cuando éramos jóvenes y los admirábamos -sin envidia Paco, porque era tan manifiesta su grandeza que nunca imaginaríamos poder siquiera asemejarnos; además rezumaban algo especial, una particular humanidad-.
Ahora pensamos que nada más grande se puede decir de alguien que es una buena persona.
Bonita sugerencia.
Un millón de gracias, Paco, por la columna y sobre todo por haberme enseñado a buscar este tipo de historias.
Todas esas personas buenas, generosas y humildes, que se afanan por cuidar pedacitos de mundo con una entrega asombrosa, nos dan lecciones sin decir nada. O diciendo cosas como la que dice Pablito Sanz, el hombre que en los últimos veinticinco años ha regalado veinte mil varas de avellano a los peregrinos que pasan junto a su puerta, varas que él mismo ha sacado y preparado, una a una. «Si la vida no es más que eso», dice Pablito. No es más que un café, una charla y el regalo de una vara.
Y esas historias, por supuesto, son una materia prima excelente para el periodismo o la literatura.
A mí ese impulso me lo provocáis los dos.
Si es la envidia lo que produce columnas como esta o crónicas como las de Ander deberíamos de exigir que pasase inmediatamente del catálogo de pecados al de virtudes.
Enhorabuena a los dos, al discípulo y al maestro, aunque ya no se sepa bien quien es quien.
Pues es verdad, hay algunas envidias que se convierten en virtudes y ésta que se siente ante lo bien escrito y ante esa manera de ser «buenas personas», es de ese tipo de envidia virtuosa. Envidio vuestra prosa y vuestra capacidad para ser así. Habrá que leer el libro, para ir aprendiendo! Hay que leeros para ir llegando.
Os felicito a ambos, si bien me inquieta una cosa: No hace mucho Paco me recomendó a Ander para otros menesteres, (a día de hoy, no tratamos el asunto por falta de tiempo). Por meritos propios y por culpa entre otras cosas de esta columna, es evidente que Ander ha subido su cotización. Eso no es malo, pues es evidente que la fama le es merecida, pero esto llevará parejo un Ander mas ocupado en cosas como firmar ejemplares y pensar en donde invertir sus caudales en unos tiempos tan azarosos como los actuales.
Me gusta esa idea de delimitar cierta envidia y considerarla virtud.
Prometeo, me dejas con una enorme curiosidad. En cuanto me recupere de la tendinitis de muñeca por la firma de ejemplares y en cuanto mi agente en las islas Caimán me confirme que los millones están a buen recaudo, seré todo orejas.
Estoy terminando el libro, Paco y ya lo he recomendado a el sector de lengua de la universidad y a un grupito de locos -como yo, pero más sabios- por el teatro del Siglo de Oro. Sus virtudes son las que comentas, pero debo añadir que, además, en algunas páginas, hace reír. La envidia ya la siento, espero saber convertirla en virtud.
Ander: no sé si Prometeo se ha dado cuenta de que ironizas. Cuando vengas os presento y habláis del asunto. Me parece que te encantarán ambos (el asunto y Prometeo).
Aclaremos, pues: mi muñeca no ha sufrido ninguna actividad fuera de lo normal en estas semanas y sigo siendo un autónomo mileurista. Pero estoy un poco más contento que antes. Y con mucha más curiosidad por vuestros tejemanejes.
Pues que desilusión. Yo pensé que asistíamos al nacimiento de un nuevo Ander“Conejo” .
Muchas gracias, Paco, Ander, por la envidia.
Qué gran lección la de ayer, Ander.
Un abrazo
Perdona por el chiste malo Ander, pero quería poner algo y me acuciaba el tiempo de abandonar el ordenador. La verdad que quiero aclarar, es que yo lo siento como el cachetazo cariñoso que te da un amigo cuando te ve en la calle y quiere felicitarte efusivamente. En la “Costa da Morte” y mas en concreto en Camariñas, te “basilan”. Es una forma un poco extraña de expresarte cariño, pero define muy bien el carácter abierto de esa gente que todos los días se enfrenta con estoicismo a la muerte. Yo me tomé esa libertad de marinero para con un explorador como tu, que seguro a lo largo de tus viajes has conocido a mucha gente parecida a ellos.
Bueno y espero que reserves fuerzas por lo menos para firmar mi libros el cual me ha interesado muchísimo desde su mismo titulo. Conforta saber de gente que ha decidido condensar algo tan grande y complejo como el mundo en otro mas pequeño sobre el que ellos pueden actuar responsablemente. Es una gran metáfora para los tiempos que tocan vivir y seguramente aprenderé mucho de esas pequeñas y magistrales historias.
Así lo entendí, Prometeo, como una felicitación cariñosa.
Y sí, Gom, gran lección la de ayer: el tinto Protos es el mejor vino que he bebido en mucho tiempo, y no tenía ni idea de que existiera (luego descubrí que el domingo se anunciaba en la portada de El País). Tiene nombre de mosquetero. ¡Uno para Protos, Protos para uno!
Es lo que tiene Fcom, Ander, que sabemos beber…
Saber mirar, saber escuchar, saber pimplar.
He de confesar que es uno de mis pecados: envidiar a quien escribe bien. A quien lo hace con la capacidad de conmover al prójimo mientras cuenta historias (reales o inventadas), a quien nos hace vivir otras vidas y en otros mundos.
Felicidades a Ander. Por el libro y por sus amigos.