El humor es uno de los grandes medios para sobrellevar esta crisis que nos tiene embotados y de la que casi no sabemos qué pensar. Aprendí ayer una palabra nueva de portugués,pelintra, que sin embargo no sabría traducir con precisión: en ocasiones podría servir ‘macarra’, pero a veces significa simplemente un ‘quídam’, un cualquiera. Tampoco sabía que los portugueses se llaman a sí mismos tugas en ciertos contextos. Viene esto al caso porque en una conversación entre amigos alguien interrumpió la explicación de uno que trataba de ilustrarnos sobre las partículas elementales y el bosón de Higgs. Hablaba un físico y le contradijo un traumatólogo: «La partícula fundamental, comentó, no es ninguna de esas, sino el pelintrón». Ante la perplejidad de todos -sobre todo mía, que no entendía nada-, explicó: «O pelintrão é um tuga que nao tem massa (‘pasta’) nem energía, mas soporta todas as cargas».
Como ocurre casi siempre con el humor, la broma velaba un sentido que cualquier habitante de la clase media entiende, especialmente si se encuentra en paro o ejerce como funcionario: no queda más salida o escapatoria que aguantar. Desde luego, como pelintrones, también somos culpables de lo sucedido -nos endeudamos, votamos opciones que nos han traído hasta aquí, etcétera-, pero resulta patente la desproporción entre el pecado del ciudadano medio y la penitencia que tiene que asumir, sobre todo, en comparación con sus recursos e influencia. Quizá este sentimiento explique el éxito en las redes sociales de una frase que publicaba ayer Santiago Rey: «El poder no se ha atrevido con los que tienen poder, pero sí con los que no lo tienen».
Paco non cres que xa é tarde para publicar esa frase, non cres que nos ultimos 25 ou 30 anos tiña que ter sido máis critico cos poderes politicos e financeiros galegos, sobre todo coas as extinguidas caixas e os seus maximos directivos.
Home, tarde non era. Os recortes forán no día anterior…
Paco, ti ben me entendes.
Tratándose de un periodista, creo que eso de «Al borde de la insumisión» se publica en el momento oportuno: cuando las olas de indignación popular sirven como parapeto y quedaría muy bien exhibir desafecto hacia nuestra casta política. En España, la prensa nunca puede resistir la tentación de halagar al lector.
Lo que me pregunto es cuánto ayudará a las clases medias gallegas que el presidente del medio de comunicación más leído de la comunidad venga precisamente en este momento a declararse «insumiso político». A un empresario con capital y ganas de invertir en Galicia le produciría cierta extrañeza lo de la insumisión política. Puede pensar que el buen hombre por fin ha dejado de ser un sumiso político e invita a sus lectores a que lo imiten ante la felonía de nuestro gobierno. O podría entender lo de la insumisión política como un eufemismo para referirse a insumisión fiscal… En todo caso, creo que le chocaría algo la actitud despectiva hacia los despachos de Bruselas cuando de ellos España ha venido recibiendo unas ayudas económicas que triplican lo que recibieron juntos todos los países que se beneficiaron del Plan Marshall. No sé, a lo peor piensa que la legitimidad de la UE, Alemania y sus maléficos secuaces emana de nuestro colosal despilfarro y de que nos vamos a pique (lo de ahora no sería nada)si no nos sueltan más millones de € sin saber muy bien a dónde irán a parar esta vez, visto lo visto. A nuestro hipotético empresario también podría llamarle poderosamente la atención eso de «el único tejido sano de España», a saber, su clase media. O sea, el grueso de los votantes que una y otra vez —contando con la rigurosa información que les proporciona la prensa— no ha dejado de elegir a tan pérfidos y dilapidadores gobernantes.
Me temo que tampoco habría que descartar alguna dosis de perplejidad o suspicacia por el curioso fenómeno de que, invariablemente, nuestro único tejido sano supure despilfarro y corrupción cuando respira aires políticos, sean de la latitud que sean. Por lo demás, a poco que se asesore, un empresario tiene muy fácil averiguar que en Europa somos los terceros empezando por la cola en rendimiento laboral por hora. Si se pone en mal plan, puede que le dé por pensar que lo de nuestro único tejido sano peca algo de exageración.