Cuando arranca el curso, me entran a la vez ganas y miedo de conocer a mis nuevos alumnos. Si un día esas ganas y ese miedo dejan de comparecer, espero darme cuenta y retirarme. Lo de las ganas es fácil de adivinar o intuir y resulta innecesario explicarlo: conste que comprendo a los profesores sin ganas, y comprendo que a algunos no les quede más remedio que aguantarse. Se trata, normalmente, de profesionales con un perfil más inclinado a la investigación que a la docencia, imprescindibles en la Universidad.
Lo del miedo sí necesita explicación. Tiene que ver con el síndrome de candilejas, por una parte: el pánico escénico que sienten los actores justo antes de empezar la función. Y por otra, con el miedo al error. Porque, si el profesor falla, puede provocar un daño difícil de medir y, a veces, de reparar. El mal profesor se caracteriza porque no distingue a sus alumnos, habla para una audiencia indiferenciada. Y puede resultar brutal porque, cuando los ve, se fija más en sus defectos o errores que en sus virtudes o posibilidades. Actuar sobre los primeros sin tener en cuenta los segundos es la mejor manera de triturar talento y carácter.
Esta semana pasé las primeras horas con mis nuevos alumnos. También tuve la suerte de reencontrar a muchos de los antiguos. Los nuevos llegan siempre tímidos y parecerían apagados, comparados con los anteriores, si no fuera por esa luz que traen en los ojos, ilusionante, pero atemorizadora. Ves ese brillo y tiemblas. Y rezas para que no se apague o, al menos, para que no lo apagues tú.
Las tremendas ganas que tenía de coger el ordenador y ponerme a escribir nada más salir de clase son un ejemplo de muchos otros. Comentándolo con un amigo al salir, llegamos a la conclusión de que hay profesores que encuentras una vez cada mucho tiempo, como si te tocara el premio gordo de la lotería, que puede no tocarte nunca, puede tocarte una vez o, si tienes suerte, mucha suerte, puede tocarte dos veces en la vida.
Quizás no debería dejar mi comentario aquí. No sé si es lo ‘correcto’ (ni siquiera si lo estoy escribiendo bien… creo que aún me queda mucho por aprender en esto), pero… soy aficionada a leer blogs y comentarlos (yo misma tengo un blog, aburrido y poco interesante), y si veo una entrada que me interesa, corro a comentarla sin más. Manías que tiene una.
Saber pensar.Saber decir.Saber escuchar. Ya han pasado más de once años, profesor.No olvido estas tres cosas que tú nos enseñaste, además de tu enorme generosidad con tu siempre escaso tiempo libre.
UN fuerte abrozo mi bien querido profesor, mi bien querido amigo.
Espero que también hayas aprendido algo de tus alumnos.Estoy convencida de que sí.
Paco ti sempre deixas e deixaras un bo recordo nos teus alumnos, tratalos sempre con dignidade e cariño e aínda que no plano intelectual ti estás moi alto nunca llo fas ver senón que integras a todos no grupo.
Grazas profe.
Estoy de acuerdo con Irene. Es una triste realidad pero los profesores con vocación están en peligro de extinción(te regalo un pareado que me consta que te gustan mucho).
Yo creo que puedes quedarte tranquilo,cuando un profesor se preocupa por sus alumnos es buena señal.
¡Si ahora vamos a ser nosotros los preocupados por no decepcionarte!
No sé muy bien para qué comento, simplemente quisiera que esto te diera ánimo. Pelotilleos a parte, lo estás haciendo bien por el momento.
El jueves conseguiste que «el saber escuchar» fuera menos difícil.
Muchas gracias.
P.D. Impaciente por que llegue la próxima clase.
Dice FGA que hay que quererlos mucho y estoy segura que éso ya lo haces.
Saludos desde el DF.
Sin duda, las ganas y el miedo son síntomas inequívocos de que sigues amando la docencia de la forma en la que lo has hecho hasta ahora.Me siento afortunada de haber sido tu alumna y vaticino muchos más afortunados durante muchos más años.
El buen profesor conoce a cada uno de sus alumnos y no sólo no deja que se apague el brillo en sus ojos, sino que además lo estimula, lo alimenta. Lo vienes consiguiendo desde hace mucho, estés donde estés.
…Y eso no se olvida.
Muchas gracias a todos. Perdonadme, pero voy a bloquear los comentarios a esta entrada.