La columna que publico en el último Nuestro Tiempo. Termina así:
«La farmacéutica es una industria clave en nuestro sistema, y no sólo en el económico. Sin embargo, una parte de este sector ha demostrado muy pocos escrúpulos en el último medio siglo. Quizá fueron los primeros en entender a fondo las ventajas de una acertada comunicación estratégica, y como consecuencia, más que a la promoción directa de sus productos, se han orientado a la intervención en el discurso cultural. Para ello han recurrido a muy diversos procedimientos: desde la creación de lobbies con apariencia de institutos de investigación hasta la financiación de sociedades médicas.
Nadie lo dice, pero el alarmismo demográfico característico de los años setenta, ochenta y parte de los noventa tiene ese origen, con la ventaja de que encajaba bien con las llamadas posiciones “progresistas” en materia de moral. Todavía guardo un editorial publicado por El País en marzo de 1990 y titulado “Dos hijos”. El discurso era el de siempre: caminábamos hacia una catastrófica superpoblación y había que planificar y controlar los nacimientos. Las cifras que facilitaba, vistas veinte años después, resultan grotescas, falsas y ridículamente exageradas. Pero vale la pena releer los argumentos finales, característicos de una moral totalitaria, en los que se recogen propuestas como “limitar la libertad de procreación”, con el agravante de que, por el contexto histórico y textual del artículo, se deducía que eso habría que exigírselo al tercer mundo, ya que en España estábamos muy por debajo de la tasa de dos hijos por pareja ¿De dónde procedían esos argumentos? De un informe del CCP. Si lo buscan en la red, verán que ahora se llama Population Action International y se dedica, principalmente, a “la salud reproductiva”, nuevo mantra progresista, una vez agotado el argumento de la superpoblación. Por lo demás, el antiguo CCP como el actual PAI actúa como un lobby de… ¿adivinan quién?
A veces pienso que la moral occidental está en manos de la industria farmacéutica, a la que quizá debamos, por papanatas, la tremenda, casi irrecuperable crisis demográfica que padecemos, además de otras pérdidas graves». (leer más)
Pues sí, es para decir » ay ay ay». Hoy he recordado en mi blog otra de tus columnas 🙂
Me sorprendió mucho la noticia de hace unos días. Estados Unidos, bueno, el pueblo de Estados Undios, pidió perdón a Guatemala por una investigación sobre la eficacia de la penicilina en casos de enfermedades de transmisió sexual, como la sífiles o la gonorrea. Por lo visto, según se decía en la noticia, dicha investigación consistió en infectar a miles de guatemaltecos y probar luego si la medicina funcionaba. Eso sí, en la noticia no se decía quién había financiado dicha investigación ni quien la había llevado a cabo ni qué fármacos se usaron, ni quién proporcionó los infectantes ni nada más. Simplemente que Obama o Hillary llamaron al presidente guatemalteco para pedirle perdón encima en nombra de todo el pueblo estadounidense (como si los 200 millones de nortemericanos hubiesen participado en la investigación).
Estoy muy de acuerdo con el planteamiento de Paco. Tenemos mucho que agradecer a las farmacéuticas pero también mucho que reprocharles.
Personalmente soy antipastillas (je, je, me acuerdo del artículo de los anti). Si las puedo evitar las evito.
Que mala memoria teneis.Acaso no os acordais ya de la falsa pandemia de la gripe-A excusa para acribillarnos con una vacuna peligrosa para reducir poblacion?Y ahora reciclan sus sobrantes en la vacuna de la gripe estacional.Tambien ignorais que no existe ninguna medicina que cure enfermedades porque no seria rentable para la industria farmaceutica.Ellos crean enfermedades en laboratorios para luego «curarnos» con un sinfin de medicamentos que ponen a nuestra disposicion para seguir enfermàndonos.Ellos,y la OMS son unos criminales.