Iba a escribir a Eresfea para comunicarle una nueva edición de El vaso de plata, un volumen de cuentos de Antoni Marí (Libros del asteroide), muy querido por ambos: coincidimos incluso en nuestro relato preferido: “Sufrir con paciencia las flaquezas y molestias del prójimo”. Iba a escribirle, digo, pero ya estaba en su blog el comentario.
Después de haberte oído leer ese cuento mientras tratabas de ahogar una carcajada, doy fe de que es difícil que no acabe siendo el preferido del libro, y hasta de la biblioteca.
La noticia, todo sea dicho, de la nueva edición de «El vaso de plata» me la habías dado tú. ¿Ves cómo funciona el sistema de «feria»?
Se lo acabo de comprar a mi librera. ‘El vaso de plata’ espera después de la relectura de ‘Cántico por Leibowitz’, hallado en las profundidades cenagosas de Ediciones B después de prolongadas exploraciones amazónicas .
Qué grande tu librera! La mejor! Dale recuerdos.
Esa de edición de «Cántico» es la que yo tengo, pero pensaba que estaba agotada y que no la habían reeditado, salvo en el Círculo de lectores y hace ya tiempo. Enhorabuena por el tesoro.
No dudo de la eficacia de tu método, aunque pienso, como he leído por ahí, que tú te pierdes la emoción de descubrirlos…
Y supongo que Ander también estaría en clase el día que tocó ‘El vaso de plata’ y, si estaba haciendo pellas, que me perdone.
Me he perdido, María B.
La primera vez que oí el relato “Sufrir con paciencia las flaquezas y molestias del prójimo” fue en la primavera de 1995, en el aula magna del edificio central de la Unav. Paco era quien leía y pensé que quizá tú andabas por allí.
Sí que estaba Ander, aunque me parece que no fue en el Central, aunque si en el aula magna. Enredaba mucho con la noción de «Periodismo literario».
Oye, perdona, pero, si fue, fue en el Central. En el 95. No había edificio nuevo entonces.
Mi «vaso de plata» es de junio de 1995.
Supongo que ese día mandé a mi doble y yo me fui a dar una vuelta en bici, porque no recuerdo nada.
Y no acierto a adivinar quién eres, María B., ya lo siento, dame una pista.
Vamos a ver: a mí Paco me dio clase en primero (curso 94/95), y diría que fue en el primer cuatrimestre, así que nada de primavera ni junio de 1995. Ese año las clases se daban en la gigantesca aula 34 del Central. No recuerdo ninguna clase en la Magna. Y por esas fechas yo no enredaba nada con el periodismo literario porque no sabía ni que existiera algo así -qué inocentes éramos entonces-. Enredar enredé en cuarto (curso 97/98), ya en el edificio nuevo.
Anda, pues Ander tiene razón. Ese texto lo usaba en CIE I, claro. Bueno, en eso y en lo del Central, también tenía razón María. En fin…
Lo siento, soy muy cabezota. Pero yo, que soy de la B., tenía clase por las mañanas en el aula magna del Central, que fue donde aparecieron las uñas del abuelo, el tal Pomar, la Marsella de Delibes (era Marsella?)… Y fue en el segundo cuatrimestre del curso 2004-2005, que yo acabé un pelín cabreada con cierto profesor, que me puso en la disyuntiva de odiarle para siempre o quererle. En fin, en fin… Que el descubrimiento fue de esa primavera-verano, vamos. Y los de la I. tenían clase por la tarde, por eso Ander y yo no compartimos la misma lección y no llegamos a coincidir hasta que pasamos al edificio nuevo.
Vamos reconstruyendo el puzle. Empieza a sonarme remotamente lo de las uñas del abuelo. Tengo «El vaso de plata» en espera, pero anoche me pudo la curiosidad y me leí el cuento. Me gustó mucho y se me hizo remotamente conocido. Puede que lo leyera con Paco, pero ya han pasado 14 años (¡glup!). (Ojo, María: 1994-95, no 2004-05).
De Pomar no me olvido, por supuesto. Y creo, María B., que te refieres a Nápoles, no a Marsella. Una descripción de Delibes de la que recuerdo un detalle: las voces de las mujeres, las voces que bajaban por la calles rebotando como un balón de colores.
Y ya hasta empiezo a completar tu apellido, María ¿Ba…?
Ya decía yo que la recordaba italiana. Napolés, efectivamente. Aquella descripción hecha con todos o casi todos los sentidos.
Y, sí, se me ha ido del todo… ¿2004-2005? En fin…
Y, sí, Ba… Algo debe de sonarte mi apellido.