Escribe Enrique Clemente en La Voz de Galicia:
La Habana fue escenario ayer de un nuevo capítulo de la historia de la infamia de la dictadura cubana. Las Damas de Blanco sufrieron un llamado acto de repudio por parte de partidarios del régimen de los Castro, que las tildaron de «gusanas» por pedir la puesta en libertad de los disidentes. Es un motivo más para suscribir el manifiesto Orlando Zapata Tamayo. Yo acuso al Gobierno cubano, en el que se exige la liberación inmediata e incondicional de los presos políticos, suscrito por intelectuales y artistas, al que se han sumado algunos representantes de la llamada «zeja», Almodóvar, Víctor Manuel y Ana Belén. Llegados a este punto no cabe el silencio, sino la denuncia nítida, sin ambages, del castrismo.
Quizá convenga también releer el artículo de Antonio Muñoz Molina publicado esta semana en Babelia, «La costumbre de la infamia», al que pertenece el siguiente extracto:
Ésa ha sido la actitud de una parte de la intelectualidad occidental hacia los sufrimientos de las víctimas de los regímenes comunistas. Mirar para otro lado, callar por miedo a que lo acusen incómodamente a uno de cómplice de la reacción. Al fin y al cabo hay causas mucho más seguras que garantizan sin riesgo la vanidad de sentirse solidario, el certificado irrefutable de progresismo que le permite a uno la impunidad moral, aparte de un cierto número de beneficios prácticos que tampoco son desdeñables.
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Por máis voltas que lle dou, sigo sen entender como hai tan pouca xente que alza a súa voz contra os totalitarismos que tantos aplauden.
Gracias, Señor Vagón Bar, polo seu permanente compromiso cos dereitos humanos e coa liberdade.