He leído estos días algunos informes sobre las perspectivas económicas del 2010, todos ellos de gente muy rigurosa, y me he quedado espantado. Todo el mundo parece coincidir en que el 2009 fue el peor de la historia y se congratulan de que haya pasado. Pero lejos de pronosticar una recuperación inmediata o, al menos, lenta pero segura, empiezan a hablar de salidas de la crisis en W: el vértice de la primera uve sería el verano del 2009 y ahora estaríamos subiendo —bueno, subiendo todos menos Grecia, Irlanda y España—, pero parece que en en cuanto alcancemos el pico del medio de la W vendrá una nueva bajada, debida al cese de las ayudas públicas extraordinarias puestas en marcha en estos años y a otros factores. El informe de coyuntura del IESE apunta, por ejemplo, la improbable reanudación del crédito a las familias y a las empresas pequeñas y medianas, la necesaria corrección de los déficits públicos con subidas de impuestos y recorte de gasto público, a los que habría que añadir una más que previsible elevación gradual de los tipos de interés.
Lo peor de esas previsiones no es eso, sino que nadie acierta a decir qué será de España, aunque en los augurios siempre nos equiparan con los casos, tremendos, de Grecia, Portugal e Irlanda.
The Economist pronostica que otros 60 millones de personas perderán su trabajo este año en el mundo. Pero tampoco esto es lo peor: anuncia riesgo de crisis social grave en China, Rusia y México. En el mapa que ofrecen solo se reconocen una docena de países con bajo riesgo. España aparece con riesgo medio, al igual que Gran Bretaña o Francia.
Todo el mundo sabe lo que hay que hacer: mejorar la competitividad. Y también concuerdan en que es imposible conseguirlo sin flexibilizar el mercado de trabajo. Pero piensan que los políticos no se atreverán y nos condenarán a más paro.
No sé si está bien citar un blog dentro de otro, pero esto viene a cuento. El libro se lee de un tir´n. Ameno para gente sin conocimientos en Economía.
http://www.elblogalternativo.com/2009/05/25/santiago-nino-becerra-y-el-crash-viviremos-de-acuerdo-con-las-necesidades-no-con-los-deseos/
Y hace una comparación con el fin del Imperio Romano que me gustó mucho.
Como él mismo dice, no se trata del final del capitalismo, pero sí de una forma de hacer las cosas.
Gracias, Leandro, una vez más…
La cosa para este año 2010 la verdad es que no pinta nada bien. La subida de impuestos va a ser muy seria, aunque todavía no se haya notado, y me da la impresión de que muy contraproducente. Por otro lado, siguen sin apreciarse medidas de restricción del gasto público realmente eficaces y que generen confianza en la ciudadanía, como podría ser a congelación del salario de los funcionarios. En cuanto al mercado laboral, es posible que sea necesaria una flexibilización pero me da la impresión de que la opinión pública duda mucho de las buenas intenciones de los empresarios y va a ser difícil que este gobierno, o cualquier otro, coja el toro por los cuernos sabiendo que no es una medida agradable. No tengo nada en contra de los empresarios pero creo que si tienen que elegir entre mantener los beneficios o mantener el empleo, eligen lo primero.
A mi me parece que se pueden tomar algunas medidas en otra dirección y que ayudarían. En primer lugar, simplificar los trámites legales y las normativas que dificultan la puesta en marcha de una empresa y su desarrollo. Hay mucha burocracia que ralentiza el desarrollo empresarial. Demsiadas leyes, reglamentos, reales decretos, órdenes, etc. Dos, en este sentido, unificar el mercado, me parece que eso nos vendría bien a todos, y eliminar las 17 legislaciones distintas que existen. Tres, agilizar la justicia ya que en situación de crisis es importante que las suspensiones de pagos, los impagos, y demás asuntos que acaban en los juzgados se solucionen rápidamente. Cuatro, que la Administración aligere los trámites de contratación y pago (en este sentido creo que la e-Administración es muy interesante). Cinco, y muy importante, crear una especie de Pacto de Toledo pero para la educación -sobre todo en secundaria, bachillerato y universidad-. Cinco, promover de forma efectiva la colaboración entre la Universidad y las empresas con mecanismos como las desagravaciones o parecidos con un control de resultados.Seis, bajar los impuestos. Siete, liberalizar los horarios comerciales. Ocho, que la Administración trabaje por la tarde. Nueve, fomentar que los horarios en las empresas sean al estilo europeo (por muchas razones una de ellas que cuanto más tiempo libre tenemos, más consumimos). Diez, primar el ahorro energético, tanto en el uso doméstico como en las empresas (y no hace falta construir grandes paneles solares, con ducharse en tres minutos en vez de en 20 estaría bastante bien)
Hablando de riesgos: una cita de Ulrich Beck.
«El desfile victorioso del neoliberalismo se basaba en la promesa de que una economía sin ataduras estatales y la globalización de los mercados resolverían los grandes problemas de la humanidad y de que la liberación del egoísmo combatiría la desigualdad a escala global y propiciaría la justicia global. Pero esa fe de los fundamentalistas del capitalismo en la fuerza redentora de los mercados se ha revelado, al menos por ahora, como una ilusión peligrosa.»
… a ver si el problema va a ser que no refundaron nada de nada en aquella cumbre famosa en la que le prestaron la silla a Zapatero….
No soy economista pero algo me interesa …. una vez escuché a un experto que la economía es cíclica , pero que debido al avance de las comunicaciones los ciclos de crisis y repunte acortan la brecha ; si hace años habían p.ej 10 años de vacas gordas, vendrían a posteriori 10 de vacas flacas, pero el problema de la globalización y el accceso a la información hace que los ciclos de bonanza no alcancen a «asentarse» en la economía: El Tequilizazo, la Asiática , la Brasilera, la Argentina, Caso Enron ….. y vamos sumando ….. lo que nos queda como consumidores sería acostumbranos a vivir en incertidumbre y aprovechar en los posible alguna oportunidad que se nos presente.
Quizás falta voluntad real de los gobiernos que mancomunados puedan implementar políticas efectivas a largo plazo para detener el ritmo acelerado de este «yo-yo» y resolver las crisis ( que siempre afectan a los más pobres)
Hace años, cuando el problema del paro era casi tan acuciante como ahora, mucha gente aceptaba firmar la nómina cobrando menos de lo que marcaba. Me dicen que ahora se acepta trabajar por seiscientos euros o incluso menos. Por mucho que se regule, será papel mojado, porque la gente de una manera u otra tendrá que comer. En situaciones así no valen los precios. –Salvo que probemos el sistema de Chávez- Todavía recuerdo cuando me contaban mis vecinos de la aldea, que en las épocas de escasez, alguna finca se había vendido por un molete de pan.
Mientras tanto, pequeños empresarios arruinados por la crisis, han optado por buscarse la vida trabajando en negro tirando los precios. La economía sumergida se dispara fuera del control del Estado que se verá inexorablemente menguado.
Como consecuencia, de intentar regular un ideal y no asumir lo real, los débiles estarán todavía más desprotegidos y los empresarios honestos,-debido a la competencia desleal-, desaparecerán.
Yo creo que todavía no esta arreglado el problema financiero. El salario real no ha crecido en décadas y todo se ha fundamentado en el crédito. En nuestro caso nos han rebajado calificación y la financiación del déficit nos sale más cara. Como resultado, el Estado subasta el dinero que los bancos pagan al Uno, seguidamente compran deuda pública al Estado que les paga a un Tres. Es un circulo maravilloso para ellos, que no paran de dar beneficios, al tiempo que están inflados de ladrillo y de deuda pública. En esa situación no acudirán a financiar actividades empresariales pues siempre conllevan riesgo. Se les dice que presten, pero quieren asegurarse de que van a cobrar, como ocurre en cualquier negocio y por muchos avales que se les presenten, no les interesa pues están de ladrillo a reventar.
Estoy de acuerdo en casi todo con lo que dice Mikel, sobre todo con el asunto de la burocracia, los privilegios y satrapías (buen ejemplo es el de los controladores), sin embargo no creo que los empresarios opten por el despido a cambio de beneficios. Los beneficios se obtienen gracias al esfuerzo y el talento de los trabajadores y si se deshacen de ellos, es como matar la gallina de los huevos de oro. Para una empresa seleccionar y formar a un buen trabajador es muy costoso y no creo que sea un plato de buen gusto, tirar eso por la borda.
Con relación a la crisis de la economía de mercado, yo sigo pensando que no está en peligro por ahora. No veo muchas diferencias entre esta crisis y la del año treinta de nuestra era cuando gobernaba Tiberio en Roma. La misma especulación inmobiliaria, los mismos procesos de derrumbe del crédito y el empleo. Si acaso Tiberio optaba por engordar a los ricos en los momentos de bonanza, para sacrificarlos en los de carencia. Ahora parece que los ricos muy ricos lo serán todavía más.
Por otra parte, ya no tenemos alternativa y salvo la posibilidad real de una economía de guerra con cartillas de racionamiento para administrar la escasez de recursos, parece que no hay otro camino, puesto que la economía planificada ha demostrado ser totalmente empobrecedora al inhibir toda iniciativa humana. Si queremos comprobar como gestiona el Estado no tenemos más que interesarnos por un problema de actualidad como el de AENA.
Sin embargo nunca antes hemos sido tan conscientes de la primera lección de teoría económica: los recursos son limitados y las necesidades ilimitadas. Nunca antes hemos tenido la oportunidad de analizar con perspectiva los experimentos socioeconómicos (incluso los kibutz, el ejemplo más desarrollado de socialismo). Nunca antes tuvimos presente el concepto de economía global y nunca antes nos hemos enfrentado a un retroceso de las coberturas sociales como ahora. Creo que será esa combinación entre la responsabilidad individual y las consecuencias colectivas de nuestros actos, las que marcarán una pequeña diferencia, hasta que nos olvidemos y la rueda empiece a girar de nuevo.
Estaba viendo ahora en «La Voz», las desoladoras imágenes del terremoto en Haití. Confío en que a pesar de la intensidad, la escasez de edificios elevados, evitara muchas muertes, pues sospecho que la mayoría de las casas no serán más que pobres bohíos de chapa y material reciclado. Les contaba en el coche hoy por la mañana, de aquella noche que navegamos siguiendo la costa haitiana. Nunca antes habíamos tenido una sensación tan extraña. En el Caribe, en toda la costa suelen verse unas mínimas luces que indican presencia humana. Aquella tierra solo nos enviaba tenues reflejos de unas hogueras que poco a poco, conforme nos acercábamos y nos adentrábamos en la madrugada se iban apagando. Sabíamos perfectamente que aquellas precarias poblaciones no tenían ningún tipo de luz eléctrica, pues ni siguiera tenían acceso a agua potable. Las hogueras quemaban los últimos vestigios de un territorio antes febril y portentoso, que ahora se nos presentaba asolado por la desertización. A consecuencia de ello y de los aluviones, las barreras coralíferas habían desaparecido asfixiando la pesca y aumentando el hambre.
Por la mañana, a pesar de habernos adentrado varias millas en el estrecho de los Vientos, el mar se nos presentó marrón, sucio… contaminado por la tierra que debería servir para sustentar las cosechas. Después pude conocer a algunos haitianos y a unos amigos cooperantes que trabajaron allí. Me hablaron de tal desprecio por la vida humana que hay que tener arrojo solo para ver desde la ventanilla de un coche, las atrocidades que se nos presentan al borde de sus escasas carreteras. Cuando les hablé de la impresión de aquellas trémulas fogatas, me contaron que por aquél entonces se solían alumbrar las poblaciones con cuerpos humanos enfundados en ruedas viejas de coche. Su alumbrado público se alimentaba de grasa humana y cuando caía la noche, se aprovechan los cadáveres para encender esta iluminación. Me comentaron que muy posiblemente aquellas fogatas que habíamos visto, estaban alimentadas de esa manera.
Creo que si tuviéramos la oportunidad de ver toda esa desgracia, nos daríamos cuenta que no estamos tan mal, de que todavía tenemos mucho –quizás de mas- para ayudar a salir adelante a esa gente que tanto lo precisa.