Siempre pensé que Ada Colau tenía cara de buena persona y, por aquello de que «la cara es el espejo del alma», me caía bien. La juzgaba quizá osada, pero la osadía puede convertirse en una virtud política si se casa con la prudencia. Pronto percibí que su atrevimiento provenía más bien de ese otro dicho según el cual «la ignorancia es atrevida». La alcaldesa de Barcelona dio pronto señales de incompetencia que no me atrevía a juzgar como maldad. Solo incompetencia. La misma que le impidió pedir previamente al Ejército -por razones buenas o malas- que no acudieran a la feria educativa. La misma incompetencia que, quizá sin pretenderlo, la llevó a humillarlos.
Tal vez porque ignora que las Fuerzas Armadas proporcionan formación de mucha calidad y en todos los niveles: desde pilotos de aviación e ingenieros hasta mecánicos o conductores de vehículos especiales. Tal vez porque ignora la diferencia entre ser antimilitar y ser antimilitarista («militarismo: preponderancia de los militares, de la política militar o del espíritu militar en una nación»). Contra esto último, nos apuntamos casi todos, también los militares españoles.
Pero me pregunto si le diría Colau algo así a Fidel Castro, al Che o a Chávez, todos ellos militares y de izquierdas. No sin consecuencias. No, ¿porque a lo peor los admira? ¿O será que Colau prefiere un Ejército ideológico a uno profesionalizado y sometido a las instituciones democráticas, como explicaba ayer Roberto Blanco? ¿Y cómo encaja esto con que Podemos proponga a un militar para ministro de Defensa después de una serie ya larga de ministros civiles? En fin, todo refrán tiene su contrarrefrán y es verdad que «las apariencias engañan».
É que non teñen ordenadas as ideas, e queren ser un partido cando son unha revoltiño de xefes.