Escuché una vez que es humilde quien da a menudo las gracias y quien, también a menudo, pide perdón. Es decir, alguien que reconoce y agradece la ayuda de los demás y, a la vez, se da cuenta de sus errores al prestarla a otros. De la misericordia podría decirse lo mismo: solo quien se siente necesitado de misericordia es capaz de ser misericordioso, no de un modo superficial o sentimental, sino de un modo eficaz: decía San Agustín que no es misericordioso quien se conmueve con el mal ajeno, sino quien hace algo por remediarlo. Hay un libro maravilloso de Antoni Mari que se titula El vaso de plata. Para explicar algunas técnicas de escritura, suelo usar en clase uno de sus relatos, titulado Sufrir con paciencia las molestias y debilidades del prójimo. Responde, como los otros trece, a una de las obras de misericordia. Luego pregunto cuántos saben qué son las obras de misericordia. Nadie levanta la mano desde hace años. Después, para atormentarme, pregunto cuántos han asistido a clase de religión: casi todos.
Tenemos un problema de misericordia, porque nos creemos autónomos y autosuficientes. Quitamos a Dios de en medio, porque no queremos ni sus exigencias ni su perdón. Nos bastamos. Vamos mucho más allá que aquel hombre de la parábola al que se le había perdonado una deuda inmensa y, después, fue incapaz de perdonar a alguien que le debía un casi nada. Nosotros ni reconocemos la deuda. Por eso nos hemos quedado sin capacidad de perdonar a otros. Se ve en las familias, en el trabajo, en todas partes.
Juan Pablo II le dedicó su segunda encíclica y Francisco insiste ahora con su bula El rostro de la Misericordia que convoca el Año Santo. Nos hace falta.
Paco eu penso que un pode ser educado e misericordioso sen ter presente a Deus, para min é cuestión de empatía cos semellantes de poñerse no sitio do outro. Penso que confundimos os dereitos e deberes co noso proveito persoal e material. Aínda así canta xente hai que participan nas ONGs ofrecendo o seu traballo e cartos para axudar aos máis febles.
Tamén pode que os exemplos da xustiza non son moi bos, un drogadicto fai unha falcatruada nun super e cinco ou seis anos despois ten que ir ao cárcere cando xa está integrado socialmente a pagar un roubo de dez euros, cando vemos xente poderosa que está no cumio da sociedade con poder e cartos dabondo para vivir moi ben, e rouban millóns e a xustiza tarda anos en castigalos, cando non prescriben os delitos e mirámoslle o rabo.
Quizais institucionalizamos a misericordia e pensamos que pagamos impostos para que ese deber o cumpran as institucións do goberno, non sei.
Si cadra si tiveramos unha xustiza social máis activa teriamos un referentes con forza pero como todo se relativiza tamén a misericordia.