Este verano el periódico se ha llenado de héroes. Ayer mismo recogía el relato, conmovido desde ambas partes, de cómo Antonio y Saray Pena, padre e hija, salvaron de una muerte segura a Nicanor González. «Pasamos mucho miedo y aún no hemos sido capaces de dormir bien», dicen. Por eso son héroes: porque no tuvieron miedo al miedo y arriesgaron su vida, no por divertimento o por buscar la fama, sino por otra persona. Pensaron que estaban obligados a intentarlo, pese a las posibles consecuencias. El heroísmo verdadero nada tiene que ver con la temeridad, sino con la convicción de deberse a los demás. Y por eso resulta tan necesario para la política.
La política muere cuando desaparece esa convicción en la gente corriente, cuando trabajamos y nos divertimos, cuando vivimos solo para nosotros mismos. Una sociedad sin héroes de lo cotidiano no se sustenta, no llega a formar una verdadera comunidad, integrada y con capacidad de salir adelante. Una sociedad así se diluye o se convierte en mera masa y, como decía muy bien ayer El Roto, «cuando los hombres se hacen masa, los demagogos los hornean». Genial.
Atravesamos un tiempo de falta de confianza en la política, un tiempo inestable en el que parecen mandar poderes oscuros, diabólicos y ocultos, que someten a nuestros gobernantes y manejan a su antojo los medios de comunicación. Una etapa de fácil desconcierto, pronta a la desesperanza y a la inquietud, porque a veces no se entiende nada y no se sabe qué pensar, cómo reaccionar, qué hacer para enderezar este ambiente corrupto y desintegrador. La clave radica en el heroísmo de la gente corriente, en el suyo y en el mío. Lo cuenta muy bien Fargo. Excelente serie.
Publicado en La Voz de Galicia, 13.septiembre.2014
Estou totalmente conforme co que dis.