Ahora que estamos en la crisis total, podríamos seguir hasta el fondo con los recortes: a juzgar por lo ocurrido esta semana en España, tanto el TAS como el Tribunal Supremo resultan perfectamente prescindibles y, por lo tanto, también los pequeños comités de competición y los tribunales menores. Sobran todos, basta con preguntarle, por ejemplo a Gaspar Llamazares (“Diga lo que diga el Tribunal Supremo, Garzón es INOCENTE!”, escribió en Twitter) o a los habitantes de Facebook, que además nos juzgan gratis, de modo que, como decía ayer una de mis tuiteras preferidas (@Lupe), nos ahorraríamos un pastón.
Como lo veía venir, me leí la sentencia entera en cuanto el periódico la colgó en la web. Tenía, en efecto, algo de previsible en su contundencia: no dejaba resquicio alguno sin razonar. Era previsible, porque el Tribunal se la jugaba, sabía que le estaban esperando, así que escribieron clarito (solo hay una errata y resulta irónica: dicen “empelo” donde deberían decir “empleo”). Pero en las tertulias radiofónicas de la noche ya pude comprobar que los cracks de la opinión no se la habían leído. Supongo que habrían estado muy ocupados toda la tarde comentándola y, claro, no les dio tiempo a más.
Manuel Jabois describía ayer con datos precisos el rigor con el que se produjeron el jueves las redes sociales. Daban miedo. No solo por la rápida propagación de mentiras groseras, sino por los insultos hacia quien intentara aclararlas, mientras el Gobierno protestaba por el maltrato de los guiñoles franceses a los deportistas españoles. Por no hablar de la prensa: un carnaval adelantado. Nuestro debate público sigue instalado en la cháchara confusa.
Ub carnaval sin fin y cada día hay un espantajo al que golpear, perseguir y por el que llevarse las manos a la cabeza.
Esta semana estaba leyendo una obra de Pérez Galdós, «La Fontana de oro» sobre un grupo de agitadores en los cafés madrileños. Dice en un párrafo que el pueblo español es impresionable y dócil y, por ello, fácil de agitar. En el siglo XIX y en el XXI, es igual que haya medios sociales que plazas llenas de cráneos vacíos esperando el último grito.
No me he leído la sentencia. Estoy convencida que mis escasos conocimientos jurídicos me impedirían hacer una lectura crítica de la misma. Por eso, he tratado de leer distintos artículos de opinión de jurístas y periodistas especializados en la materia, entre ellos Paco, Roberto Blanco Valdés, columnista de este periódico, que tratan de dar un poco de luz a las argumentaciones y conclusiones de la misma.
Es así como puedo a partir de lo que tu llamas cháchara confusa,y, siento decirlo, en la que eres partícipe, intentar sacar alguna conclusión, sin que el carnaval de medios construya por mí la misma. Solo faltaría.
Bravo. La prensa española es especialista en poner a la gente a 300 grados de temperatura. Unos a fuego lento, como El País; otros en un segundo, como los tabloides nacionalistas. Una ciudadanía crispada es el peor escenario para un país que las pasará moradas para salir de la crisis. Mira que puedes hacer cosas desde el periodismo… y sale este carnaval. Qué pena.
Tengo opiniones claras y contundentes sobre Garzón, Contador, Megaupload, Siria, aborto, crisis económica y energía nuclear pero no os las pienso decir.
Penso que o da cháchara é certo e uns máis que outros participamos deste pasatempo para uns e traballo de contaminación informativa para outros.
É para min a xustiza como o resto das institucións que configuran a sociedade son manipulables e pouco independentes.
Hola, Xoán. Aquí otra vez. Siempre soñe en dedicarme al periodismo especializado en política, al análisis hemerográfico después. Pero aquí estoy: escuchando, oyendo la radio las más de las veces y leyendo selectivamente la prensa. La cháchara está en todas partes. Esperemos que tengamos cabeza, razón,ansia de reflexión, curiosidad por saber. Si los medios nos ayudan, eso está por ver. Entretenernos, eso sí lo hacen. Al parecer hoy es su función.
No quiero cerrar este comentario sin rendir un homenaje a los reporteros free-lance que se encuentran sitiados en Oms(creo que no se escribe así)(Siria).
Comparto el análisis que hace Paco y me pregunto si no habría que empezar a hablar sobre la influencia real de las redes sociales. Sobre todo lo digo porque el nivel general de los comentarios que se vierten en ellas suele ser de bajo o muy bajo nivel, con argumentos muchas veces inanes, viscerales o alejados de todo sentido común. En definitiva, comentarios de tasca revestidos de sesudos por llevar una arroba delante.
El nivel de ruido está alcanzando unas cotas insostenibles. Y entre tanto barullo el periodismo y los periodistas nos perdemos en la hojarasca sin llegar, ni de lejos, a la raíz.
Me imagino que Paco habrá reflexionado sobre la situación periodística actual y sobre su futuro. ¿Qué diagnóstico haces del presente y predicciones para el mañana? ¿Qué consejos darías a los futuros profesionales sobre su preparación? ¿Consideras que nos estamos perdiendo en los continentes sin profundizar en los contenidos o no? ¿Crees que el periodista-tertuliano está perdiendo toda su credibilidad por el abuso que se hace de él como oráculo?
En fin, esta y otras muchas preguntas se agolpan en mi cabeza…
Ola Azucena, eu cada día teño menos ilusións só espero a que meu fillo remate os estudos e teña unha boa vida, a miña xa é tarde para cambiala.
unha aperta solidaria.