Estaba dando una clase práctica de escritura. Tengo la convicción de que a escribir se aprende por envidia y se enseña interviniendo en el propio proceso creativo, es decir, mientras se escribe. Y en eso andaba, viendo las pantallas de los alumnos mientras escribían. Al principio, les molesta. Luego, les gusta. Le pregunté a una chica qué verbo era aquel. Dijo que el verbo “transgiversar”, cosa que ya sabía porque lo estaba leyendo en su pantalla. Le dije que tal palabra no existe. Se volvió hacia mí con aire incrédulo. Así que le mandé buscar en el diccionario que debería tener abierto en otra pestaña. Claro, el verbo no aparecía. “¿Cómo se escribe, entonces?” Contesté que ‘tergiversar’. Lo buscó en el diccionario y las acepciones que daba la Real Academia no le satisficieron. “Es que yo quiero decir ‘romper algo’”. Comprendí que se refería a ‘transgredir’ y se lo dije. Pero insistió en que había oído muchas veces el verbo “transgiversar”.
Si la cosa hubiera acabado ahí, me hubiera parecido normal, propia de cierta cabezonería estudiantil, pero entonces el chaval de al lado, que estaba con la oreja puesta, dijo: “Pues yo también lo he escuchado muchas veces”. Se me escapó un taco en medio de la risa. Un taco de impotencia.
Por la tarde se lo conté a alguien y no se extrañó. Me dijo que ese verbo y otros similares comparecían a menudo en las tertulias televisivas que ventilan las intimidades de los famosos y que, cuando un presentador trataba de corregirlos, se producían reacciones similares a las de mis alumnos. Empiezo a entender quién manda en la educación pública.
«¡Viva la televisión»
«por Zeus y también por Bilikon»!»
decía La bruja Avería
con su picante ironía.
¿Conclusión? :Nuestra televisión
«transgiversa» la educación;
sin trampa ni cartón
Y el que quiera aprender cosas
que lea a Catón.
La letra fue el camino
del primer empollón
Lee ¡por Tutatis!
¡no seas poltrón!.
PD: Vivan los tacos.
Un saludo
O que che vou roubar eu, iso si, é o de «ventilar intimidades!
Jajajajaja….!!!!
(Magnífico artigo, Paco, un sábado máis. Lerte é sempre un pracer. Mil abrazos.)
¡Qué malísima eres!
Grazas, Almiral
Tergiversar. Al final a través de la deformación de nuestra lengua podemos desde el más puro perfeccionismo no llegar a entendernos. Estamos inmersos en un mundo multimedia en la que los mensajes nos acaban llevando a errores en la utilización del lenguaje. Espero que todos los que se dedican a trasmitir información no ayuden a enriquecer nuestro lenguaje. Para eso es necesario un esfuerzo de todos. El primero, el nuestro propio.
Un fuerte abrazo, Paco.
Profe nun mundo onde todo é relativo e nada é absoluto a televisión fai a norma.
Sabio comentario, Xoán.
Triste pero cierto. Quizás es que hoy en día vemos demasiada «telebasura», de manera casi obligada(es lo único que emiten, a todas horas, a cada momento) y el nivel cultural deja mucho que desear (yo tampoco puedo hablar demasiado).
Interesante entrada, la verdad.
Compartamos risas cuajadas de tacos, porque si yo te contariese…
Otro argumento muy socorrido es el de «lo he puesto en Google y sí que aparece».
Yo estoy mucho más cansado de las «hojas de ruta» en vez de planes o calendarios o de «Estado del arte» en vez de estado actual o la vanguardia en.. (referido a una tecnología en concreto). Los periodistas tenéis mucha culpa del mal uso del lenguaje pues habéis estudiado una carrera universitaria cosa que se desconoce de los sesudos tertulianos del «tomate» o de «sálvame»
Lo que más me sorprende es que después de haber comprobado en el diccionario que tal verbo no existe sigan empeñados en que existe.
Por favor!! ahora va a resultar que el hecho de que los chavales se confundan con ciertas palabras o algunas expresiones, algo que ha ocurido siempre va a ser porque TODOS ven, escuchan o se guían por la programación basura de la televisión.
Si un día me topo con usted y resulta que no conoce a Scott Henderson le diré que el problema es que se pasa el día escuchando Maxima FM o a grupos como Pignoise «que tanto abundan en las emosiras basura de este pais»!, a ver que tal le sienta…
Estoy de acuerdo con usted, pero la conclusión me parece un tanto ridícula. Es normal que los chicos, que pensaban que existía ese verbo desde siempre, mostrasen asombro.
Ha caído en mis manos, Paco, la traducción de un ensayo italiano publicado a mediados de los años ochenta. Se asienta en una idea radical que a ti y a mí nos obligará a reflexionar y a seguir innovando y, como tú mismo sugieres en las raíces de tu columna, nos impulsará a adaptarnos a las personas con quienes trabajamos, esencialmente similares a las que llegaban hace unas cuantas promociones pero con varios rasgos ahora distintos. A esas cosas distintas, novedades casi para nosotros, cincuentoneros, nos tenemos que amoldar. A esas personas, más que a las «cosas», más que a los rasgos.
Ese libro italiano destina unas cuantas páginas a los docentes y su labor profesional. Propone tres fases en las que, como profesores, deberíamos recapacitar: el encargo, el desarrollo y la evaluación. Al docente le corresponden la primera y la última. Yo ahora me pregunto si en la primera fase somos claros y, también, si debemos seguir «inmiscuyéndonos» en las etapas de esa fase del desarrollo, en el «work in progress», el proceso de escritura. Me pregunto si con nuestras manos tapamos o no otros aspectos que dejamos sin enseñar o que subrayamos poco y que los chicos y las chicas de hoy no captan.
Una de las claves (me empieza a parecer a mí) se planta en el encargo. ¿Qué pedimos realmente? ¿Qué buscamos trabajar, educar, fomentar?
Ya hablaremos, que esta tarde promete ser de esas buenas.
Hablamos cuando quieras. Adelanto que el profesor no debe inmiscuirse en el desarrollo, sino ayudar a pensar, a entender el proceso desde dentro. Y eso se hace solo con preguntas, nunca poniendo los dedos en el teclado. Por ejemplo: «Intenta escribir esa misma frase con menos palabras y la misma información. Empieza por quitar lo innecesario». Y lo hacen y se les iluminan los ojos al ver que la frase funciona mejor. Si lo corriges a posteriori, no habrán pasado por el proceso y no sabrán hacerlo solos en la siguiente. Esa me parece la clave: que sepan desenvolverse solos cuando ya no estés.
No corregimos una sola vez lo mismo. Y esa certeza habitual me hace pensar que en esa fase inicial del «encargo», de la propuesta, por ejemplo, faltan objetivos claros y pistas. Y modelos, paradigmas.
Esta misma semana dos alumnos -chico y chica- no «veían» unas repeticiones innecesarias de palabras. Pura elocutio. Lo que ocurre con la estructura, con la organización, por ejemplo.
Un abrazo de los de siempre, Paco.
La tarde, excepcional aquí, en Pamplona. Y claro que hablamos. A mí, afortunadamnete, me tocará más escuchar.
Dice la R.A.E.:
tergiversar.
(Del lat. tergiversāre).
1. tr. Dar una interpretación forzada o errónea a palabras o acontecimientos.
2. tr. Trastrocar, trabucar.
¡Qué arte para llevar el agua a su molino!:
«Empiezo a entender quién manda en la educación pública.» (Sic)
La educación privada, por supuesto, es la repera. OK.
¿Y crees que enseñas?
público, ca.
(Del lat. publĭcus).
1. adj. Notorio, patente, manifiesto, visto o sabido por todos.
2. adj. Vulgar, común y notado de todos. Ladrón público
3. adj. Se dice de la potestad, jurisdicción y autoridad para hacer algo, como contrapuesto a privado.
4. adj. Perteneciente o relativo a todo el pueblo.
5. m. Común del pueblo o ciudad.
6. m. Conjunto de las personas que participan de unas mismas aficiones o con preferencia concurren a determinado lugar. Cada escritor, cada teatro tiene su público
7. m. Conjunto de las personas reunidas en determinado lugar para asistir a un espectáculo o con otro fin semejante.
8. f. En algunas universidades, acto público, compuesto de una lección de hora y defensa de una conclusión, que se tenía antes del ejercicio secreto para recibir el grado mayor.
Lo decía en el mismo sentido en que se dice «comunicación pública». Como ve, la acepción que usted percibió es solo una de ocho posibles. Además, soy un docente de la pública, en el sentido en que usted lo usa, y no tengo ganas de tirar piedras contra mi propio tejado.
Me temo que usted ya indicó, con su último párrafo, en que órbita circula.
¿Y quién manda en la comunicación pública?, mi estimado señor. ¿O la pregunta no procede en este contexto?
Tal vez los diarios, como él en que usted escribe, o nadie, las noticias surjen y se entregan al público sin manipulación ni interés.
Un poco de seriedad y más respeto a la inteligencia de los lectores, por favor.
Atentamente,
Pues nada. Ojo con las faltas de ortografía.
Tiene usted razón en su última observación, sin duda, son las influencias nefastas del «jato nejro».
No obstante su responsabilidad como docente, y la de sus colegas, también incluye lo que critica y poca o ninguna responsabilidad le puede achacar al que manda.
¡Piove!, porco governo.
No tengo ninguna duda, pero le agradezco que me lo recuerde. Y no he criticado al gobierno en mi columna. Ni siquiera me referí indirectamente a él.