El durísimo artículo de José Iturmendi sobre la Universidad. Empieza así:
EN la llamada Edad de Plata de nuestra cultura, España era un país atrasado, pero Salvador de Madariaga podía pasearse por Europa ufanándose de que de entre todas las instituciones patrias sólo la universidad no desmerecía de las europeas. La que desde 1850 se denominaba «Central» estaba a la altura de las mejores del mundo. En la nueva facultad de Filosofía y Letras de Morente, privilegiado lugar de encuentro intelectual, profesaban —entre otros— un liberal como Ortega, un católico como Zubiri, un existencialista como Gaos o un socialista como Besteiro. Todos pudieron pensar, expresarse y enseñar a gusto, en una Universidad de la que todos se sentían orgullosos. Esa saludable convivencia de distintas adscripciones es lo normal en las mejores universidades. Resulta inconcebible que en ellas se promocione a sus profesores o a su PAS por razones ideológicas. Algo como eso ha estado ocurriendo en la mayor —y en otro tiempo más prestigiosa— de las universidades españolas. En ella parece haberse olvidado que sin un fundado saber sobre los diferentes órdenes de lo real no hay Universidad. Quienes han venido fomentando ese maniqueísmo sectario no tienen por qué tener mala intención, son simplemente víctimas de un mal de percepción. Se forjan una imagen de la realidad tal como les gustaría que fuera, invisten esa imagen de un aura ética y suplantan la realidad con esa imagen. Decía Samuel Johnson que casarse por segunda vez es una victoria de la esperanza sobre la experiencia; o sea, la primacía de la voluntad sobre el entendimiento. Ese mal se llama voluntarismo y la historia prodiga muchos ejemplos a ambos lados del espectro ideológico. Y recoge sus estragos.
Si, yo también lo recomiendo, el artículo es fantástico: duro sin contemplaciones pero fenomenalmente escrito. Me ha encantado la frase: «Cierta facción de la izquierda española que no entiende la realidad ni poniéndole diapositivas…»