(Artículo publicado el sábado 19 en el suplemento «Culturas» de La Voz de Galicia, que dedicó páginas especiales a la figura de Miguel Delibes)
Quizá una de las cualidades apenas subrayadas y más sorprendentes de la trayectoria profesional de Miguel Delibes sea su capacidad para traspasar las fronteras ideológicas, políticas y culturales. En un país como el nuestro, siempre dividido, propenso a marcar rápidas y contundentes divisorias entre «nosotros» y «ellos», Delibes ha circulado con una aceptación abrumadora por todas las lindes.
Acaso quien no conozca a fondo su biografía piense que ha sido un hombre acomodaticio, cómodo para el poder -como Cela- o abonado a lo políticamente correcto, y de ahí su plácida recepción en cualquier ambiente. Pero Delibes fue un duro y eficaz luchador contra el franquismo, sufrió la censura en sus novelas -especialmente, en “Aún es de día” (1940), que quedó muy desfigurada- y en su periódico, además de no pocos problemas con los accionistas de El Norte de Castilla y con las autoridades nacionales y locales. El trasfondo de «Cinco horas con Mario» refleja muy bien la angustia de aquellos tiempos, que llegó a quebrar su salud. Delibes fue la voz que se alzó contra de la degradación de la naturaleza y contra un progreso alocado, sin más controles morales que los del beneficio económico. Y así siguió con la llegada de la democracia: el artículo, tan difundido estos días, titulado «Aborto libre y progresismo» es un buen ejemplo.
La recepción general de Miguel Delibes radica en que noveló sin levantar banderas ni crear territorios excluyentes. Fue un literato puro. Su sensibilidad exacerbada le hacía percibir la injusticia y convertirla en literatura, para que los menos sensibles acertáramos a reconocerla. Por eso fue un hombre incómodo para las elites políticas y culturales. Por eso siempre le agradecieron que no saliera de Valladolid. Por eso le quisimos tanto todos los demás.
Vale la pena leer el artículo de Antonio Muñoz Molina, Delibes, a lo lejos (vía Luis Pousa).
Magnifico!