Fue muy comentado ayer el artículo de Juan Manuel de Prada en la tercera del Abc:
Como hace dos mil años ocurrió a los primeros patricios romanos que empezaron a manumitir esclavos, ocurre hoy a quienes se oponen al aborto. Los nadadores a favor de la corriente los anatemizan y escarnecen, los calumnian presentándolos como detractores de los «derechos de la mujer», los caracterizan como sombríos «retrógrados» que amenazan el progreso social. Pero, como aquellos primeros patricios romanos que reconocieron en cualquier persona una dignidad inalienable, quienes hoy se oponen al aborto no hacen sino velar por ese meollo irrenunciable de humanidad que nos constituye, que nos permite reconocer como miembro de la familia humana a quien aún no tiene voz para proclamarlo, que nos impone proteger la vida gestante, la más desvalida e inerme, como garantía de nuestra propia supervivencia moral, para que no nos ocurra lo que Marcel Proust denunciaba, al describir el clima de corrupción en el que se desenvolvían sus personajes: «Desde hacía tiempo ya no se daban cuenta de lo que podía tener de moral o inmoral la vida que llevaban, porque era la de su ambiente. Nuestra época, para quien lea su historia dentro de dos mil años, parecerá que hubiese hundido estas conciencias tiernas y puras en un ambiente vital que se mostrará entonces como monstruosamente pernicioso y donde, sin embargo, ellas se encontraban a gusto».
Artículo completo (vía Scriptor): Nadadores a contracorriente
Me meto en un lío terrible, lo sé, pero cada vez que escucho «derechos de la mujer» pienso en los «deberes de la mujer», de los que nadie habla (aunque, obviamente, aquí lo que importa son los derechos del niño). Ya estoy un poco harta de este paternalismo mal entendido.
Buen día a todos (a Paco, mejor día, que para eso pone el blog y nos aguanta).
¡Ah! Y el artículo de de Prada me pareció fantástico.
Coincido contigo…