No me interesa la literatura de los rebotados y tenía razones para pensar que el libro de Andrew Anthony, recién publicado en español, podría pertenecer a esa especie, porque se titula El desencanto. El despertar de un izquierdista de toda la vida. Pero en una coda de Arcadi Espada citaba esta frase de Anthony : “Me veía a mí mismo como alguien que comprendía el mundo, y para mantener esa percepción era indispensable que no intentara comprenderme a mí mismo”.
Por esa frase compré el libro. Lo recomiendo.
Es decir, que FJL, Cristina Losada, Girauta…son «rebotados». Interesante. También Pablo, el Judío de Tarso era otro «rebotado» y la que armó. No entiendo eso de izquierda liberal. ¿Puede ser liberal la izquierda? Recuerdo muy bien la dedicatoria de Hayek en «Camino de servidumbre»:»A los socialistas de todos los partidos». La izquierda siempre muere en su aspiración de ser totalitaria.
Me ha salído sumamente tostón esto y quizás no debas ponerlo, pero te lo mando:
He visto las reseñas del libro que leeré gustoso, sin embargo y a riesgo de equivocarme, al juzgar a este autor, en principio yo lo enclavo en una corriente que parece haber prendido en numerosos intelectuales en los últimos tiempos.
Si algo se ha debatido aquí con reiteración es lo vacío de las nociones de izquierdas y derechas al ser sumamente ambiguas pues solo podrían intentar ubicarse si incluimos los conceptos de tiempo y espacio. Es bien sabido que la producción teórica de la izquierda ha sido más voluminosa y compartida por mayor número de intelectuales que la de la derecha, a la cual se la suele considerar pobre de ideología.. Quizás por ello, en la propia derecha prendió un complejo de inferioridad que provocó por ejemplo que la denominación «derecha» fuera eliminada de los partidos políticos. A la derecha se le asignó el sinónimo de egoísmo interesado y la izquierda el de altruismo filantrópico. También se identificó a la izquierda con la utopía y a la derecha con el realismo. -Mientras tanto la orbita de la derecha se defendía reivindicándose idealista y acusaba a la izquierda de materialista. Ambas tendencias no eran conscientes de que este debería considerarse un término peyorativo en política, pues si por utopía se entiende lo imposible, la política es fundamentalmente el arte de lo posible-.
Durante la primera mitad del siglo veinte asistimos pues a la derrota de la ideología “conservadora” de la mano de la enorme producción teórica “progresista” al tiempo que la dimensión del estado en términos objetivos crecía. Con la caída del muro y la desaparición del llamado socialismo real, este proceso parece invertirse al tiempo que asistimos a una alteración de valores. La socialdemocracia, abraza la economía de mercado y asistimos a fuertes tendencias privatizadoras. Algunos intelectuales de izquierdas renuncian a su tradición adaptándose o acomodándose en un pragmatismo que asume una incontenible nueva realidad. -La famosa referencia al color del gato supuso toda una declaración de principios-. Sin embargo, pensando menos en salvar la identidad, que en aleccionar a los acólitos, se mantienen discursos que nadie con sentido común ya cree.. Se habla sin recato alguno de la igualdad de los individuos y ello no es un ideal, ni siquiera una utopía, es una falsedad puesto que no hay dos hombres idénticos ni intelectualmente, ni biológicamente. Sólo es factible la igualdad de oportunidades y este objetivo, que tiende a superar discriminaciones injustificadas es más o menos común en todos los programas a pesar de la pretensión de la izquierda de encarnar la demanda de igualdad de oportunidades, tan carente de fundamento objetivo como la de monopolizar el calificativo de «progresista», según la antigua retórica soviética. En un mitin tales manipulaciones pueden ser consideradas como tolerables; pero no a nivel teórico.
Al principio de un nuevo siglo, asistimos a un vacío de las ideas. No se si el proceso ha acabado aquí. A la vista de la crisis en la que estamos inmersos –dudo si está contemplada en la publicación- otras voces, reivindican una nueva lectura de los intelectuales de izquierdas insistiendo en ese empecinado movimiento pendular que parece caracterizar la historia contemporánea.
Yo quisiera poner un ejemplo que está en la base del problema del estado, más o menos engordado- base de la disquisición ideológica mas significativa_, y las promesas electorales a los candidos electores;
A pesar de corresponder a encontradas y divergentes ideologías en todo tipo de familias se dan distintos enfoques con respecto a la educación de los hijos. Si estos fueran el pueblo y los padres el estado, vemos como algunos optan por comprar lealtades a cambio de prebendas, mientras otros optan por la acción ejemplarizante motivadora del esfuerzo. Este último es el camino de la alegría y la superación y el primero es el caldo de la indolente laxitud y la frustración. Hay que ayudar a un hijo cuando lo precisa, este sería el parado sin recursos o el que necesita ser integrado en la sociedad, sin embargo no podemos generar vagos y frustrados, ni aún incluso que los recursos fueran ilimitados. Esta última solución sería perjudicial para el individuo y para la sociedad en su conjunto.
Haces un análisis bastante bueno (como casi siempre) aunque hay cosas que quiero matizar. Que la producción intelectual haya sido mayor en la izquierda que ne la derecha, no lo veo tan claro. La izquierda parte de la Revolución Francesa enfrentándose a la Iglesia y a la nobleza. Luego, en el siglo XIX, con la Revolución Industrial nace el movimiento obrero y con ello el colectivismo. Entiendo la izquierda en un determinado contexto histórico y social. Pero también es justo decir que la derecha ha evolucionado mucho más en el siglo XX. El liberalismo es la encarnación intelectual de la misma, poniendo al individuo por delante del colectivo. Los discursos de la izquierda me suenan rancios, decimonónicos y mucho más atractiva la idea de libertad que pregona el liberalismo. Entre ambas visiones. Creo que el cristianismo es lo que mejor encarna la moral del hombre, frente al colectivismo y al liberalismo. Es el punto de encuentro de los hombres libres de cualquier pensamiento. Pero el cristianismo también ha sido manipulado o interpretado de muchas maneras. Así pues, dentro de la Iglesia han surgido desde los «lefebvristas» a la teología de la libración.
Creo al contrario que Prometeo que sí existe una diferencia derecha-izquierda, aunque, en apariencia, cada vez más difusa.
Ponía la condición del espacio-tiempo, pues por ejemplo el liberalismo –que consideras el heredero de la derecha- en siglo XVIII representaría la izquierda. En cualquier caso, creo que ya hemos debatido sobre los dos conceptos y sobre como nosotros mismos caemos en la trampa de los partidos al asumir los códigos que marcan las nomenclaturas. Yo comparto aquella idea que define el sistema menos malo, como aquel que busca la gobernabilidad, luchando por el centro viéndose sometido a la alternancia. Todo lo demás son arengas que están muy bien en los mítines pero no soportan un análisis teórico serio.
Mantengo mi opinión referida al escaso contenido especulativo de la derecha, puesto que renuncia a ello en base al “laissez faire, laissez passer”.
(¿Qué puedo hacer yo por mis queridos comerciantes?- dijo el Rey.
Lo mejor que puede hacer su majestad, es no hacer nada.)
Si alguna teoría defiende, es la del caos, postulando que el mercado acabará por regularlo todo por si solo y como mantenía Keynes y desvelan los tiempos que estamos viviendo, parece que esto no es tan cierto.
Para insistir en ese argumento, retomo la idea del complejo intelectual inculcado en la derecha, asumiendo mi simplificación y error al caer en lo que critico.
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Acabo de llegar de Santiago y estoy muy cansado como para debatir la situación actual, que más que achacársela al liberalismo, creo, sinceramente, que es una crisis de valores. Precisamente el liberalismo moderno se fundamenta en unos valores morales muy arraigados. El resto es puro mercantilismo y chanchulleo. Max Weber pensaba que el sistema capialista sólo podía arraigar en los países anglosajones por su sistema de valores, menos dadas a las alegrías que los católicos. Al final se equivocó porque sinvergüenzas los hay en todos los lados. Keynes quizás era más consciente de lo último, pero no lo sé.
otro tostón, lo siento:
Confiemos en el ser humano para que por si mismo resuelva sus problemas encargándonos únicamente de garantizar la igualdad de oportunidades. (Esto solo es un objetivo pues su consecución es prácticamente imposible, sin bien, hay una especie de justicia suprema en este sentido. Los ricos siempre lo tendrán más fácil, pero los pobres tendrán más motivación y más ganas. Por eso, por opulentos cayeron los imperios ante los desarrapados y por eso un inmigrante con más desventajas que oportunidades, en poco tiempo monta un negocio, mientras un joven de aquí bien formado, no encuentra trabajo y vive en casa de sus padres como un parásito).
Lo importante es el mapa o la carta que precisa el hombre para orientarse en los mares procelosos del mundo moderno. La única forma de navegar, es saber a donde vas y en donde estás en un determinado momento. En una singladura, nos movemos en un entorno que usa las certezas como referencias. Estoy al norte de…. o al oeste de…. Esas certezas de antaño, ahora empiezan a desdibujarse y emborronarse. Los contornos de las bahías que nos servían de refugio y conforto, ahora parecen abiertas a los embates de las galernas. Así las prepotencias se convierten en frustraciones y los hombretones en personajillos asustados. A eso le llamamos valores, pero son algo más que un compendio de referencias. La ciencia aparentemente nos ofrece certezas pero en contra de lo que parece ella misma las clasifica de teorías o hipótesis, que continuamente tienen que ser revisadas y reinterpretadas. Hemos avanzado en tecnología, pero no en la consecución de la felicidad. Poseemos de todo, pero no somos mejores. La única certeza es la incerteza. Esa aparente contradicción es la misma de la que hablaba cuando me refería al sometimiento liberador. Nos creemos que dominamos todo con el dinero y la tecnología, pero dentro de nosotros llevamos el germen de nuestra destrucción: la enfermedad, la vejez, la muerte…sinceramente… ¿alguien cree que el estado, los gobiernos, los regimenes, los sistemas nos resolverán esos problemas? ¿Seguimos siendo como aquellos devotos de los charlatanes que se desplazaban en el oeste americano con sus carretones ofreciendo crecepelos o el elixir de la eterna juventud?
Yo aprendí a someterme a un elemento natural tan poderoso como es el mar. Quería llegar en el tiempo que me había marcado pero repentinamente el viento rolaba y si antes volaba en un través, ahora tenía el mar y el viento en contra. Al principio, me enfadaba, me rebelaba, especulaba, sufría. Después me adapté como los pastores a los designios de la montaña, comprendí que significaba el estoicismo y me sentí mas fuerte pues me consideré parte de algo, que el mar también era parte de mí y yo era parte de un todo. Dejé de angustiarme por el naufragio y la muerte pues si habría de venir, sería como algo más en el devenir cotidiano. En ese momento, empecé a ser feliz.
El hombre moderno precisa de esa sensación y por eso se embarca en aventuras inciertas retándose a si mismo en busca de la felicidad que ya no encuentra en su cómodo sillón. El hedonismo nunca ha sido más que un espejismo, pues cuando se sube una montaña o se cruza un océano, con los musculos entumecidos y los dedos aterídos de frío, no se hace por placer, sino por alegría. La que nos da el someternos a una prueba suprema y superarla. No importa si nos falta una pierna o un brazo, (he conocido a muchos que lo han conseguido en las condiciones mas duras y lastimosas.) Lo importante es la actitud. Ella es la que nos da la fuerza, ella es la que nos motiva y nos hace ser mejores.
Sin embargo hoy en día, no encuentro más que gente llorona y mimosa, que dice que el gobierno tiene que dar, tiene que inyectar aquí o allá. Leo a sesudos analistas diciendo cosas estúpidas que solo los tontos creen. Keynes postuló un sistema para que se cebara la bomba económica, pero usó ejemplos extremos pues tampoco quería influir artificialmente mas allá de dar un empuje a una voluntad atenazada por el miedo y la falta de confianza. Una política monetaria que haga un esfuerzo colectivo a contracorriente del miedo individual.
Lo que veo estos días, genera más desconfianza, me suena y me huele a manipulación. A un sistema que se basa en las prebendas y los intereses particulares descuidando los colectivos, aunque se use esté último como bandera. Nadie nos habla claro, nos dicen que nos salvarán, que nos resolverán los problemas. La imagen era una señora que pedía ante los medios de comunicación para que le vinieran de la Xunta a retirar un árbol caido. ¿Acaso no tenía un vecino con una motosierra? Acaso no tenía manos ella, su marido o sus hijos para resolver su problema y lo único que hacía era gritar desesperada. Nadie se atreve a decir nada, parece que lo políticamente correcto es creer en estas falacias que día a día vemos por la tele. Me asusta un pueblo tan tonto que se cree todo lo que le dicen…ese es el sistema al que parece que estamos abocados.
Es difícil no firmar esto que escribes. Sólo quiero hacerte una pequeña puntualización a esto que dices «La ciencia aparentemente nos ofrece certezas pero en contra de lo que parece ella misma las clasifica de teorías o hipótesis, que continuamente tienen que ser revisadas y reinterpretadas.» La ciencia jamás ofrece certezas. Las certezas son del ámbito de la fe. La ciencia es continua revisión de sus postulados y de su lenguaje, las matemáticas.
Y agradecerte que seas tan «tostón». Da gusto leerte.
No he podido asomarme, perdón. Dos cosas: los rebotados y los conversos son dos especies distintas. El rebotado no tiene por qué ser converso ni nada, normalmente le basta con ser rebotado.
Fantástico el último comentario de Prometeo. Fantástico y lleno, a la vez, de realismo y sentido común.