La ceremonia de ayer abrió una Olimpiada cuyo coste económico altísimo nadie sabe ni sabrá, aunque las estimaciones lo sitúan por encima de los 2.000 millones de euros. Este es el precio para pagar la nueva imagen de China, por una parte, y para abrir mercados en aquel país, por el lado occidental. Me preocupa mucho más el otro precio. A estas Olimpiadas llegamos después de casi cuarenta muertos reconocidos —ni se sabe cuántos más hubo—, cientos de detenidos oficiales que acaso son miles, millones de desplazados sumando los habitantes de barrios enteros demolidos, los mendigos y las prostitutas que han desaparecido como por ensalmo de la capital, para que no manchen el paisaje, con cientos de empresas cerradas para minimizar la polución —y que no saben qué será de ellas—, con decenas de miles de restaurantes también desaparecidos —y otras decenas de miles, multados— para garantizar una seguridad alimentaria que, por lo que se ve, antes les importaba un cuerno, con dos millones de trabajadores emigrantes amenazados de expulsión una vez terminadas las obras, cuando ya no son necesarios, con las libertades individuales cercenadas, muy especialmente la de expresión, tanto para los nacionales como para los extranjeros —que lo aceptan de un modo indigno—, con mil infamias más que no caben en este espacio.
Pese a todo, hay esperanza: la gran superchería no está funcionando (como esta columna y tantas otras demuestran). También estoy esperanzado porque, aun a costa de tanta y tan intolerable inhumanidad, las Olimpiadas algo dejarán: como mínimo, unos estándares de vida digna y, acaso, un roce de libertad, aunque mínimo, aunque controlado. Pero ni uno solo de todos esos muertos, detenidos, desplazados (y no cuento los del Tibet) se justifica. Ese precio, me refiero a China y a Occidente, es inaceptable.
Nota: recomiendo la lectura del reportaje de Zigor Aldama, «De Pekín a Beijing» publicado en su blog Entre Asia y Europa, del que he tomado algunos de los datos que recojo. Un trabajo excelente, como todos los suyos, de un reportero que lleva muchos meses ya sobre el terreno.
Coincido completamente en el espíritu de este artículo; no ví completa la ceremonia de aertura, solo resúmenes informativos, pero me pareció obscena, la típica fiesta diseñada desde la chequera en un país con desigualdades personales abismales, donde no se apagó la llama del permanente despotismo que ha vivido el pueblo chino.
Una vergüenza la actitud de las televisiones españolas, poniendo las opiniones más acriticas de gente con limitado espíritu crítico; toda una selección adversa y cómplice con los déspotas.
Sería utópico pedir un boicot a estos juegos; no está el nivel de las virtudes liberales en las democracias vigentes a la altura de tal resistencia. Pero sí es posible que la ciudadanía occidental alce su voz y su opinión contra la gran mentira del régimen chino; en la defensa de los derechos de su pueblo, por otra potencialidad de China que no sea la de otro miserable esquirol de las élites infames de los estados criminales, como está ocurriendo den Darfour.
Pero en Occidente se guardan las críticas para concentrarlas contra los Estados Unidos; sale gratis, es cómodo, la crítica forma parte de los derechos reconocidos, la opinión es libre e incluso la parcialidad secatria, recompensada.
No sé cuando tocaremos fondo.
Saludos.
Ho jintao ha cumplido su palabra: “Ocultemos nuestras capacidades hasta que irrumpamos como un tsunami” y ahora están desmelenados. Cuando Hitler usó los juegos olímpicos alemanes para ensalzar su régimen y deslumbrar al mundo, se le escaparon algunos gazapos que dejaban entrever quien era de verdad cuando expresó: Los americanos han traído sus parches negros de sus alcantarillas para ganar a mis superhombres. También recuerdo los militares argentinos, enfervorizando a las masas cuando los campeonatos del mundo de fútbol. Mucha gente ve en el deporte una manifestación de competencia pacífica, pero la mayoría de las veces sirven para exacerbar nacionalismos muy peligrosos. La historia nos da muchos ejemplos de estos eventos y cuando mas boáto suele ser que mas se trata de ocultar. Decían los viejos: dime de que presumes y te diré de lo que careces.
Totalmente de acuerdo, Paco, como no podía ser menos. Habrá que aprovechar para sacar todo lo positivo que se pueda ya que estamos…
Para mí hay mucha hipocresía. Es peor, a mis ojos la violación de Derechos Humanos por parte de los EE.UU aunque sea en menor medida que en China porque se supone que EE.UU es un estado democrático y de Derecho. Ese doble juego de los americanos (a pesar de ser «pro-yanqui») me sacade quicio. En general todo Occidente le está «agradecido» a China por hacer lo que ellos no pueden ni se atreven: explotar al trabajador y producir con costes muy bajos. Y el mercado potencial. No sólo Hu Jin Tao…TODOS SOMOS CULPABLES
Muy bien, muy bien, pero en minúsculas, anda!
Era por resaltar. todos somos culpables ¿mejor así?
😉
Un abrazote
Por allí dicen que en un país cuando se intenta arreglar algo por un lado, algo se daña por el otro.
Javier, la verdad que eso de explotar al trabajador y producir a costes muy bajos no tiene mucho de que ser admirado, sobre todo porque hay una gran cantidad de niños involucrados.
Yo disfruto de los eventos deportivos de esta magnitud, pero no dejo de pensar en ¿Quién habrá cocido el balón que se está usando o los zapatos que felizmente llevan nuestros deportistas? ¿Cuántas manitos sangraron para traernos al resto del mundo algo de esperanza?
Jeannie, yo no he dicho que sea admirado ni admirable. Ocurre
e que tal es la inercia del sistema capitalista que nos lleva a buscar «paraísos de esclavitud» para mantener nuestro «american Way of life». Bueno, me voy que pierdo el bus.
Un saludo:
Javier
Y encima plagian el logo a Chorizos Pamplonica.
Y los pimientos del piquillo, pero creo que eso ni con la más alta tecnología. 😉