La Voz de Galicia
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No recuerdo dónde lo leí ni a quien atribuirlo pero el relato venía a decir mas o menos lo siguiente: se trataba de dilucidar quien había sido el mejor estratega de todos los tiempos. Los sabios allí reunidos discutieron si fue Alejandro Magno, Napoleón, Moshe Dayan y otros militares ilustres. Acabaron recurriendo al oráculo más fiable que acabó desvelando que, sin duda alguna, el mejor estratega de todos los tiempos fue un viejo zapatero de Toulouse (si bien el bueno del señor jamás tuvo la oportunidad de demostrar sus cualidades).

De forma más modesta pero igual de contundente podríamos identificar a gente de un valor extraordinario en todos los campos que, sin embargo, nunca tuvieron la posibilidad de demostrar la grandeza de su valía.

He tenido la oportunidad de conocer a muchos primeros espadas en todos los ámbitos del saber, la ciencia, la política, el arte y el deporte, pero también he tenido la enorme suerte de contar con la amistad de muchos zapateros de Toulouse que por una serie de azares, circustancias o eso que llaman el capital relacional ( a veces simple peloteo, teje manejes, dinero o trepismo) no pudieron irradiar sus enormes capacidades y saberes más allá de un reducido campo de ifluencia, permaneciendo afablemente ocultos sin otro interés que el placer de cultivar su saber y/o su arte.

Lectores clandestinos con bibliotecas portentosas, naturalistas con herbarios universales, entomólogos con colecciones de insectos que no se hayaran en muchas universidades, pintores, escultores, escritores y músicos que sólo exponen sus obras en bienales de amigos sin invitación oficial.

Lejos del marketing de las grandes editoriales, de las galerias vanguardistas, de cátedras endogámicas, ocultos a los focos de la fama, de los rankings, de las redes sociales y de todo este entramado de intereses políticos y económicos que construyen y promocionan la cultura  encumbrando a sus elegidos con medallas y distinciones.

Estos genios ocultos que sólo muestran su grandeza frente a un vaso de vino y un puñado de amigos, esos que callan porque saben demasiado, esos que desprecian los halagos, insobornables a la fama y al reportaje dominical, esos zapateros de Toulouse son los auténticos transmisores de la cultura y el saber.

En Galicia, son una minoría silenciosa que hace tiempo que “despertaron do seu sono” y viendo como estaba el cotarro decidieron volverse a dormir.

Zapateros de Ourense, del Barbanza, de Vigo, de Lugo, de  Pontevedra, de la Costa da morte…De lugares aislados donde cultivan su sabiduría y que como  contestó Diógenes a Alejandro Magno cuando este se acercó a su tonel para ofrecerle lo que quisiera a cambio de sus enseñanzas le contésto: “Que te apartes, que me tapas el sol”.