Aunque parezca imposible hoy en día hay más gente que nunca a usado un mapa de papel que los que sí; los navegadores y Google los han aniquilado haciéndose dueños del negocio. El mapa era algo cotidiano que solía habitar en el coche o la maleta
El mapa es un documento analógico que requiere cierta inteligencia espacial para interpretarlo, que huele y tiene tacto de gasolinera.
Al contrario que los nuevos sistemas de «navegación» en los que la información es digital y pasiva, y no se necesita conocimiento previo porque te lo chiva un autómata con voz de aluminio.
Un navegador lo utiliza cualquiera, un mapa no. Hasta se han escrito best-sellers con relación al tema como : «Porqué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas» de Allan y Barbara Peas.
Pero el tema no es una cuestión de género sino de disponer o no, de una inteligencia espacial suficiente y eso es una cualidad más que se tiene o no se tiene, como tener habilidad para la música, el baile, la cocina o el bricolage.
El mapa no es el territorio pero sí su representación gráfica. Los mapas nacieron con el propósito de conocer el mundo apoyándose sobre teorías filosóficas, los mapas constituyen hoy una fuente imprescindible de información y una gran parte de la actividad humana depende de la Cartografía.
Los mapas de hoy son pantallas infográficas tan precisas que debilitan el desarrollo del sentido de la orientación.
Pero lo peor no es eso, lo peor es la crispante dificultad que tiene doblarlos, pocos individuos conozco capaces de doblar un mapa a la primera.
Según Martin Gardner existen exactamente 10.512 formas de plegar un mapa de 2×6”.
Bueno, pues me declaro un inútil doblador de mapas, como tantos otros, otras y otres.