Podemos ignorar la realidad, pero no podemos ignorar las consecuencias de ignorar la realidad. (Ayn Rand).
Tiempos de fuego, de calor sofocante, de gentes y vientos desorientados que una vez más nos ha enfrentado a las consecuencias de ignorar la realidad.
¿Cuántos años y décadas llevamos sufriendo incendios estivales? ¿Cuántos años oyendo decir que el monte arde porque no se cuida y no se limpia? ¿Cuántas décadas ignorando la realidad hasta que sus consecuencias nos queman la casa y arrasan los montes?
¿ A quién corresponde tomar medidas y librar presupuestos para evitarlo¿ ¿Hasta cuando este ignorar la realidad?
Un pérdida nos hace sufrir más del doble que el disfrute de una ganancia equivalente. Los filósofos estoicos ya planteaban que era necesario impulsar virtudes como el coraje para enfrentarse a este sesgo, a este sistema de toma de decisiones con el que el ser humano viene de fábrica.
Para los estoicos existen cuatro virtudes cardinales necesarias para no ser infelices: sabiduría, coraje, justicia y templanza, virtudes poco destacadas en tiempos de fuego y realidad donde la sabiduría es de solapilla, el coraje de tuit, la justicia de plastilina y la templanza de psicosedantes; somos cortoplacistas y apostamos por el beneficio inmediato ignorando las consecuencias que ello tiene en forma de futuras pérdidas irreparables.
Sobrepasada la época posmoderna donde todos los grandes valores – sean religiosos, familiares o políticos- se derrumbaron, cabía esperar el advenimiento de otros nuevos capaces de aglutinar a la sociedad.
Despuntan nuevos valores globales como el ecologismo, la igualdad de sexos o la solidaridad con refugiados y emigrantes, pero estos valores no se han aquilatado con las virtudes estoicas, muchos militan en ellos -dicen-, pero pocos tienen el coraje suficiente para ponerlos en práctica más allá de la manifa dominguera y el tres por ciento sin iva.
A todos estos nuevos valores e ideales se los defiende con presupuestos, leyes, coraje y templanza para aplicarlos, las pancartas, los happenings ñoños y edulcorados, las velitas y los corros de la patata solidarios, entretienen conciencias pero no evitan consecuencias.
En una manifestación británica a favor de los refugiados, un periodista preguntaba a los presentes si estaría dispuesto a acoger alguno en su casa, todos dijeron que no porque no disponían de sitio. Son los mismos que se manifiestan si les ponen una casa de acogida, una cárcel o un dispositivo antidroga en su barrio.
Muchos sacerdotisos de lo natural se harán veganos, satanizarán la carne y los toros, militarán en la vida natural con la casquería al aire y se emocionaran con los bebés foca, poro pocos aceptarán cambiar el presupuesto que cuestan todos esos chiringuitos piadosos por la limpieza de los montes.
Hasta que el fuego nos devore.