La Voz de Galicia
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Últimamente oigo mucho la expresión «se nos ha ido la olla». Puede que sea verdad y que la gente encuentre esa explicación a este sin vivir que vivimos; o puede que sea yo quien lo piense y me pase como a las embarazadas que ven más mujeres en su mismo estado que nunca. El pensamiento precede a la observación y ves lo que quieres ver para verificar lo que piensas.

Lo cierto es que pienso que se le ha ido la olla a mucha gente, a muchas comunidades, a muchas naciones y al planeta humano en su conjunto. Pero ¿a dónde se nos ha ido la olla?

La expresión «se le fue la olla» arranca en una escena de la Francia del siglo XVIII cuando el cocinero Jean Luc Sagnol, célebre por su exquisita sopa, se disponía a servirla en la cena de despedida a la señorita Luisa Isabel de Francia. Estaba todo dispuesto para que ella partiese hacia Madrid a desposarse con el primer Borbón que subió al trono de España, Felipe V.

Se rumorea que fue una posible venganza de los pinches al maltrato recibido por parte del jefe, pero el caso es que cuando Sagnol entró en la cocina para llevar la olla a la mesa esta había desaparecido. Entró en un estado de agitación tal que le llevó a irrumpir en el comedor gritando: «!se me ha ido la olla!», «!se me ha ido la olla»! Y así se lo llevaron a rastras sin dejar de vociferar el mantra de «se me ha ido la olla».

Y ahora vayan, vayan ustedes a la cocina a buscar la olla de sus más exquisitas virtudes y confirmen que no se la haya mangado algún ofendido de padre, madre y señor mío. A algunos ya se les ha visto arrastrados vociferando la traición.

¡Cuidado con la olla!