La Voz de Galicia
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Las emociones provocan reacciones en nuestro cuerpo y algunas son de mucha actualidad.

Atravesando la red de concertinas para pagar en el Gadis, sintonicé las conversaciones de los parroquianos comprobando que sonaba mucho la palabra aburrimiento.

En los folículos pilosos de la piel tenemos unas diminutas fibras musculares llamadas horripiladores o arrectores, que son las responsables de que se nos erice el pelo o se nos ponga la piel de gallina cuando las estimulan emociones como el miedo, la sorpresa, las cosquillas o el horror.

El aburrimiento es el hermano minusválido de horrible, horripilante, horror, horroroso, horrendo… Etimológicamente,  aburrido quiere decir  «sin el pelo erizado».

En el aburrimiento no se te mueve un pelo porque no hay nada que  emocione  y te sientes vacío e inútil,  siendo, además, conscientes de que no hay nada que nos motive.

El aburrimiento es un estado emocional reactivo a  percibir el ambiente  como tedioso, repetitivo, inexistente o molesto. Una auténtica fatiga que hoy está perfumada de virus y amenizada por el político torero y su troupe de políticos toreros, amén de los media oficiales y el procés catalán.  Se entiende que con este panorama   no se nos levante un pelo y desahoguemos  en la cola del súper.

Será este mayo húmedo y viril que lo potencia, pero esto se está poniendo muy aburrido, sin los bares de la normalidad perdida, sin las muchedumbres, sin emociones placenteras, sin cabeza, sin son y sin vergüenza.

Solidaridad con el paisanaje en la queja de estar aburrido. Aburrido de todos nosotros, aburrido del virus y de la falta de ilusionistas, aburrido del páramo desolador de esta cultura y política enlatada. Aburridos sin nada que se nos levante ni nada que levantar.

Un coñazo de largo recorrido y sin pelos de punta  que algunos comparten con la cajera del súper.