La Voz de Galicia
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La Quimera es un animal fabuloso con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón que expulsa fuego por la boca. En su origen era un temible ser mitológico al que sólo consiguió dar muerte Belerofontes cabalgando sobre Pegaso, rejoneando con ella, hasta agotarla y asestarle el golpe mortal con su lanza. Domar a Pegaso y matar a Quimera, fueron las dos hazañas por las que Beloferonte será conocido.

La mitología está llena de criaturas híbridas como las sirenas, los centauros, el cancerbero que guardaba las puertas del inframundo, Medusa, cíclopes, sátiros etc…

Hay quien teoriza que estas criaturas monstruosas intentaban explicar la existencia de seres deformes debidos a alguna alteración genética, como hasta hace poco se podía ver en las ferias a la vaca Paca «que tiene siete patas» o la mujer barbuda.

En la actualidad las quimeras son organismos que poseen células provenientes de cigotos diferentes u organismos desarrollados a partir de embriones distintos. La fecundación de dos óvulos formarían cigotos que en vez de crecer separados dando lugar a unos mellizos, se fusionan, creando un sólo individuo con características de ambos.

Estos días ha saltado a la prensa la noticia de que el equipo de investigación de un compatriota vasco, Juan Carlos Izpizúa que trabaja en La Jolla, ha conseguido crear embriones con células humanas y de macaco, es decir, han alumbrado un quimera.

Como suele ocurrir en  investigación experimental, el logro se presenta como un avance para el desarrollo de la medicina regenerativa y la posibilidad de fabricar órganos humanos dentro de un organismo animal con la finalidad de utilizarlos para trasplantes.

Ni que decir tiene que experimentos de este tipo suscitan importantes consideraciones bioéticas sobre las que no me extenderé,  pero   mosquea que dicho experimento se haya desarrollado en un laboratorio de la Universidad  de Kunming en Yunnan (China) y  los chinos – se sabe- no son muy mirados en esto de la bioética.

Este tipo de experimentos tienen su historia mitológica y literaria, como ocurrió durante el romanticismo con obras como FrankensteinDr. Jekyll y mister Hady, que acabaron en relatos de terror.

Sabemos que todo aquello de lo que somos capaces de imaginar los humanos se acaba consiguiendo, aunque sea para mal. Jugar a ser dios siempre nos ha gustado y costado  disgustos, ocurrió con Asklepios -dios de la Medicina- que se sintió tentado de devolver la vida a Hipólito, hijo de Teseo, irritando sobremanera a Zeus que acabó fulminando a los dos con un rayo.

Ocurrió con el alquimista Paracelso, cuando describió como construir un ser humano artificial (Omúnculo) en su obra «De Natura Rerum», lo que le costó el descrédito de sus contemporáneos.

Cuidado con las quimeras chinas.