La Voz de Galicia
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De toda la inundación de publicidad que sufrimos durante las fiestas navideñas, la más machacona y alucinante es sin duda la de los perfumes y colonias.

Es en la promoción de estos productos dónde se hace más patente la diferencia entre  fantasía e imaginación, algo que ha hecho reflexionar a muchos filósofos desde Plantón a Vigotsky.

Resumiendo: la fantasía es una idea, historia o percepción falsa de la realidad que solo existe en la mente de quien la imagina ( pongamos por ejemplo los personajes del bar de la Guerra de las Galaxias). La imaginación, en cambio, es un proceso creativo superior que permite al individuo construir una nueva representación de algo perceptible por los sentidos (valga como ejemplo la capacidad del niño para hacer una casa de una caja de cartón).

Ver a una señorita en deshabillé y perfumada de alelí, galopando la escalinata del Capitolio o a un macizo en gayumbos lanzarse en picado desde un acantilado para caer sobre un pivón que – sorprendentemente- navega solitaria en un colchón de goma. ¿Es fantasía o es imaginación?

Puede pensarse que tanto la señorita como el macizo, el caballo capitolino o el pivón a la deriva, surgen de la imaginación del publicista en tanto que todos son reales, pero las escenas en sí mismas, no tienen nada de real, son pura fantasía.

Uno puede imaginarse cosas así pero es imposible que se den en  la realidad, salvo que estés afecto de alguna patología o vayas cargado de efectos especiales.

Sea lo que sea, sorprende que fantasías así induzcan a la gente a identificarse con tales personajes y comprar esas fantasías perfumadas.

Los anuncios de colonias con esa voz en off en inglés o francés engolado, dan severa cuenta de la disociación en que vivimos.

¿Claire Matin o Nenuco?