La Voz de Galicia
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Luis Ferrer i Balsebre
08/04/2020 08:54 h

En los prolegómenos del distópico 2020, la sociedad estaba sometida a una dictadura de la transparencia. La tecnología nos globalizó de tal manera que expusimos nuestra vida al público haciendo del mundo un Barrio Rojo de Ámsterdam globalizado.

Los Señores del Aire aprovecharon la ingenuidad y la ignorancia de los participantes para recabar todos sus datos. Con ese big data consiguieron saber todo de nosotros y las estadísticas cedieron el poder a las psicografías de los individuos. Así comenzó la fiesta y así comenzó el malestar del sujeto entretenido, porque el ciudadano globalizado, hiperestimulado por todo tipo de deseos -la angustia no existe sin deseo- y el imperativo de ser feliz, se tragó el cebo hasta la pluma. Chul Han cree que el capitalismo evolucionó hacia un mercado donde la emoción pasó a ser la materia prima más cotizada.

Muchos miran a los países asiáticos, que se fajaron mejor en la batalla contra el coronavirus, pero no sé si tienen en cuenta que lo hicieron de una manera que para cualquier país democrático occidental supone abdicar la libertad.

Los chinos están perfectamente controlados, les toman la temperatura a través del teléfono todas las mañanas, y si tienen fiebre los meten en un furgón que los lleva dios sabe dónde. Están geolocalizados y el panóptico del Estado vigila desde el aire todos sus movimientos. La tecnología no democratizó su sociedad, sino que la sometió del todo, y fue gracias a eso que han aguantado el ataque.

Los coreanos hacen campeonatos de contemplación -como lo oyen-. Competiciones donde gana quien consigue disminuir más sus constantes vitales tras horas de contemplación meditativa. Ese saber budista acerca de cómo el vacío interior nos libera de la paradoja del deseo también les ayudó a salvarse. La dialéctica entre Libertad o Seguridad en Oriente no existe, lo primero es la seguridad basada en la disciplina.

¿Se imaginan una estrategia así en Occidente? Pues tendremos que empezar a imaginárnosla. Una vez sufrido el miedo y las calamidades de un ataque global, la prioridad para todos será la seguridad. Pero tendrá que ser una seguridad gestionada necesariamente por gente de ciencia y sin colores a la que todos, Oriente y Occidente, reconozcan la autoridad.

Nada parecido a la ONU o cualquier institución de gobierno nacional/internacional que conocemos. Esta nueva forma de gobierno va a llevar tiempo y sufrimientos, pero es la única solución si queremos salvarnos todos ante nuevas ofensivas virales.

¿Hemos aprendido ya que es más importante invertir en I+D+I que en otras cosas? ¿Que el planeta es más importante que nosotros?

Esperemos que sí, porque si no el papa no habrá lanzado la absolución Urbi et orbi desde ese Vaticano apocalíptico, sino más bien la extremaunción.