La Voz de Galicia
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Llegando a una edad y habiendo vivido todo el catálogo de fines de año posibles – obligaciones familiares, guardias y perversiones aparte- puedo afirmar que se salvan muy pocos.

Al principio son la salida de chiqueros de los adolescentes, o lo era, porque  hoy se inician mucho antes de la edad protocolaria para la suelta que eran los diez  y ocho. Rito de paso que te convertía en un hombrecito o mujercita tipo Bogart o Sissi emperatríz. Licencia para ser mayor que implicaba los usos y costumbres de los mayores que beben y fuman y vuelven a beber. Primera resaca inolvidable tras haber sido un tigre toda la noche y haberte transformado en un ratón con cefalea pulsátil.

En la segunda o tercera década de la maratón, comienzan las fiestas de fin de año con los amigos y  parejas, noche de cotillón en hoteles,  casas, garajes ilegales o discotecas asesinas. Mismos excesos pero con más cuerpo que los aguante, solo que ahora se añaden los efectos especiales de otras sustancias que pasan una factura más elevada.

De los cuarenta a los sesenta  se da todo, la sidra se convierte en champagne y el coctel de gambas en shushi, los destinos son más exóticos, se cuida más el peso que el polvorón y los vapores etílico-psicotropos resultan mucho más peligrosos, tanto para uno como para su pareja,  familia, amigos,  compañeros y mascotas. Uno ya no sabe qué comer ni que ponerse, se evitan las serpentinas y matasuegras y empieza a apetecerse la cama – a ser posible con Sissi mejor que con Matahari y más con Rafa Nadal que con Bogard.

Las últimas décadas deberían ser las mejores porque si a esas alturas no sabes ni defiendes lo que de verdad te gusta, estás perdido, volverás al garage a ponerte ciego de calimocho y farlopa sin conseguir bailar la conga.

Apuntes básicos, los saltos de esquí y el concierto de año nuevo son bárbaros si llegas a verlos remolón pero consciente. Las uvas y los churros no maridan bien a estas edades. Las copas exigen  calidad y númerus clausus.

Si vas a sudar mejor trago largo y fresco, -aquí manda el gin tonic en una medida áurea de tres. Si vas a sentarte de tertulia y compadreo mejor el trago corto, noble y caliente: wisky, ron, oporto  o brandy -ese gran olvidado-.

Música de tu década con añadidos de temas de calidad contemporáneos y nostalgias de humos y voluptuosidades que distrajeron tu atención en tiempos preconstitucionales, constitucionales y pre republicanos.

Si es en hotel, que tenga sábanas de algodón egipcio, lencería fina, minibar y pocos espejos.

Suerte y Feliz Año Nuevo.