La Voz de Galicia
Seleccionar página

Se ha despertado el día con una luz de primavera contenida por los últimos gruñidos de este abril malencarado y el día invita a irse a ver el mar o pasear por el campo. Pero hay que ir a votar.

No digo que no haya gente que viva la jornada electoral como “la fiesta de la democracia” y los tópicos habituales  con los que se exhorta al ciudadano a expresar su voto con alborozo y satisfacción… Pero algunos somos incapaces de vivir estas jornadas como la fiesta de la patrona.

Salvo que votes con la misma fe con la que echas la carta a los Reyes Magos, votar puede ser un ejercicio tan fatigoso y desagradable que hay un montón de gente que no va. Y no me extraña, porque si no votas por afiliación o devoción  tienes que reflexionar el voto y eso puede amargarte el día. Sientes la tentación de no ir pero entonces te asalta el remordimiento y la indiferencia que es aún peor.

Elegir entre lo menos malo es otro de los tópicos tan repetido como falso. Resulta evidente que hay gente muy buena en todas las formaciones –parangonando a Ciril Rozman: se puede ser un político malo aunque no se sea un mal político; pero sólo una buena persona puede ser un buen político-. En todos los partidos hay gente preparada, trabajadora y buena, pero también los hay malos como carne de pescuezo, pailanes, tontos del haba, gorrones, maquinarias y trepas.

Votar plantea un problema de confusión de órdenes lógicos. Se vota a un partido –nivel lógico superior- poniendo la crucecita en individuos –nivel lógico inferior- y las cualidades de uno y otro pueden ser muy distintas; que una persona sea fiable y honesta no quiere decir que el partido lo sea, hay libros excelentes con capítulos infumables y viceversa. Pero hay que votar.

Votar como quien juega al cupón, sabiendo que hay pocas probabilidades pero que todos los días toca y al menos sirve para algo.

Votar como quien va a misa o invierte en bolsa, calibrando en todo momento las razones de la inversión o el confort del más allá.

Votar por simpatía, por aburrimiento, por responsabilidad, por quedar bien, por dar ejemplo, por añoranza, por ilusión, por correo…pero votar.

Y el que no vote que se tome unos churros, un vino con una tapa de callos y se haga el sueco, que así no arriesga error alguno y podrá seguir poniendo a caldo  a todo cristo. Y si pierdes no te enfades y si ganas no te lo creas.

 

Suerte y a votar que en días como hoy no hay otra cosa mejor que hacer.

O a lo mejor sí.