La Voz de Galicia
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La desmesura de la prensa en el tratamiento de sucesos como el del pequeño Julen recuerda el paradigma del despropósito que Nieves Herrero inauguró con el crimen de Alcácer .

En Totalán se ha vuelto a escenificar la misma voracidad de los media cuando enganchan un suceso que toca toda la escala de emociones humanas. En casos así la prensa excede su deber informativo convirtiéndose en un amplificador emocional que perjudica más que ayuda. Retransmitir en directo las veinticuatro horas del día   mantiene una angustia sostenida en la opinión pública que afecta a mucha gente a quien  esa sobreexposición les lleva a sufrir ansiedad, insomnio y descompensaciones de cuadros psíquicos de base.

Actitud de los medios que tendría que estar moderada por un código ético por el propio periodismo que trata de informar no de agobiar, especular y herir la sensibilidad de muchos que no tienen la resiliencia de los records de audiencia.

En la catástrofe del Prestige yo era el responsable del Área de salud mental de A Coruña y tuvimos que gestionar las posibles consecuencias psíquicas . Alertamos entonces de los perjuicios que tanta especulación podría traer y desmentimos a  «expertos» mediáticos de fuera y dentro del País que auguraban una epidemia de estrés postraumático que nunca existió. Volvieron estos días alertando de la necesidad de apoyo psicológico preventivo a familiares, vecinos, mineros, guardias civiles  y demás protagonistas para prevenir el estrés postraumático del suceso, algo absurdo.

Nos quejamos de la medicalización de la vida y olvidamos que la ayuda se ha de dar a quien la necesite y cuando la demande,   que la compasión, la solidaridad y el acompañamiento son los principales remedios.

Lo demás no ayuda y puede provocar lo que el compañero Manuel Fernández Blanco  llama el «Síndrome de estrés pre traumático».