La Voz de Galicia
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La Navidad está llena de cuentos, cuentos maravillosos que hablan de dioses, vírgenes, reyes magos, trineos voladores, ancianos generosos, campanillas y agua para el camello. Aquel ambiente de navidad de Dickens, Billy Wilder o Paco Martinez Soria te impregnaba de tal manera que sin quererlo te convertías en un figurante más que cantaba panxoliñas, construía belenes y se pone ciego a viandas de fiesta  intercambiando regalos invisibles.

La Navidad era un  extraordinario psicodrama público que removía muchas más emociones que cualquier otra fecha señalada. El ritual obsesivo de la repetición que tanto sosiego produce.

Esa Navidad aún existe pero tiene el mismo futuro que el rinoceronte blanco. Disfrutémoslas como a un santiaguiño mientras existan.

Pero hemos perdido la batalla, hay que reconocerlo, los bárbaros del Este aprovecharon el trance hipnótico de la Navidad para engañarnos como  parvulitos, invadiéndonos por todos los frentes y haciendo inútil toda resistencia; mandaron una avanzadilla de Halloweens y atacaron de frente con un black friday,  de oeste lanzaron el cyber monday y comenzaron a llover  middles seasons, dias de oro y sin iva. ¿Quién puede sentir el espíritu de la Navidad con tanto barullo y cuando el sentido está cautivo de deseos corsarios?

Sólo en la pesadumbre de la derrota surgió con el porte y brío de un de Blas de Lezo D. Abel Caballero, señor de las tierras del sur, y apretando un botón en estado de trance resucitó el espíritu de la Navidad; la gente se echó a la calle para pasmar como niños mirando la luz y los buques demoraron su singladura para contemplar el espectáculo. Todos estaban alegres y fue un gran desahogo para el comercio de proximidad, último reducto de la resistencia navideña. Bravo por el acalde.

Pero aún así, ¿dónde colocas un fondo de papel con estrellas fugaces, lunas de marfil y castillos frondosos cuando todo lo tapa un cielo de esteladas, brexits, lobos solitarios y chalecos amarillos?

Los belenes se hacen furtivos cuando al bueno de San José en vez de roerle los calzones lo plantan  en la Plaza de Sant Jaume de Barcelona  como una silla con barba y bigote. Me recordó al memorial que hay en Cracovia hecho de sillas simbolizando  a los judíos que esperaban el tren de la deportación. O se pone a San Jose o no se pone, pero estas ridículas añagazas para quedar bien ofenden al espíritu de la navidad y confunden a quienes no entienden esos belenes de diseño conceptual.

Y ya, si echan un vistazo a la felicitación de navidad  del ayuntamiento de Valencia  entenderán que este cuento se acabó.

El cuento de la Navidad tradicional aún existe pero tiene el mismo futuro que el rinoceronte blanco. Disfrutémoslas como a un santiaguiño mientras existan.