La Voz de Galicia
Seleccionar página

En las  Nochebuenas de mi infancia se sentaba a la mesa un abogado amigo de la familia de traje cruzado, bigote estrecho y labios vaginales . Un personaje adherido al Belen familiar sin sentido bíblico alguno del que aún desconozco los méritos que le acercaron a un cubierto  en las indescriptibles cenas que mi tía Marisa servía en Nochebuena.

Entonces el champán y la sidra se enfriaban en la nieve depositada sobre el alfeizar del balcón de una calle de Madrid.

Los niños -como pequeñas Gueisas- cerrábamos el rito  Pantagruélico mostrando nuestras diferentes habilidades cantoras, gimnásticas, danzarinas o recitativas, mientras los adultos  maridaban con el brandy .

Cuando el sol y sombra sentaba plaza,  mi tío Tomás -un elegante señor de Viveiro- se levantaba  exuberante  y cantaba zigzagueando la servilleta alrededor de sus caderas: «De la mariiimba al soool la conociooo… « .

Acto seguido, el abogado soltaba  bocado, calaba espuelas, se erguía como un tótem y  con la misma voz atiplada y el mismo gesto que el Caudillo declamaba : «Españoles, en el trigésimo año de la Victoria, lo único que debemos temer es  el despertar del poder amarillo…cuando despierten los chinos os vais a enterar…» Y desplomaba su grandeza entre los aplausos de la tribu.

La escena me vino a la mente  cuando supe que en la reunión de Sanchez con Xi Jinping acordaron abrir la puerta a la exportación de jamón a la China.

Mil cuatrocientos millones de chinos tendrán acceso a nuestra enseña nacional  y querrán arrebatárnosla  -pensé, mientras el espectro del abogado soltaba  risitas de vodevil ante mi terror-.

Era visto, el poder amarillo despertó ¿Y ahora qué hacemos?. Hay que luchar, hay que restringir la exportación, hay que multiplicar los controles de calidad, blindar nuestros cerdos y tener muy claro que si perdemos el jamón lo perdemos todo.

Los chinos son los nuevos Magallanes que mueren por conquistar el reino de las especias. El jamón es el tesoro más deseado.

A nadie le sentó mal el jamón, nadie se empacha de jamón, te lo pide el cuerpo cuando estás malito. El jamón es un acto logrado, una comunión ecuménica, un santo Grial que codician los ojos rasgados y que nos obliga a resucitar los Tercios imperiales.

Hay que evitar que los chinos lleguen a probar un buen jamón. Si lo hacen estamos perdidos.

Ya han logrado  infiltrar comandos animalistas que se manifiestan al grito de: !no es jamón es cerdo muerto!. Están comprado Africa para plantar dehesas y monterías con encinas y alcornocales con que   mantener  a nuestros cerdos cautivos.

Todas las  derrotas son heridas pero hay derrotas que son amputaciones. Si perdemos el jamón nos roban  alma.

Sursum Corda!.