La Voz de Galicia
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Fui unos días de vacaciones dispuesto a perderme en algún lugar sin cobertura donde pudiera leer, dormir, caminar, volver a leer y seguir durmiendo. Ligero de equipaje, con ropa de travesía y un par de libros: «Breve Historia del mundo» de Juan Pablo Fusi y «Bushido» de Inazo Nitobe, libros que, como decía Tierno Galvan, hay que leer como comen las gallinas, picoteándolos  y mirando al cielo mientras los digieres. No me equivoqué, si acaso me empaché de tanto mirar al cielo.

Causa desazón leer la historia del mundo que es prácticamente la historia del continente europeo -que no de Europa, término y concepto de hace dos días- por el paralelismo que se desprende de todo lo que pasó con lo que estamos pasando. Los mismo errores, las mismas gentes  o lo que es lo mismo, las mismas miserias humanas que no cambian ni evolucionan con el paso del tiempo.

La historia es como el mito de Sísifo, aquel personaje de la mitología griega a quien los dioses castigaron por su astucia, dejándole ciego y condenándolo a  subir una pesada carga hasta la cima de la montaña para dejarla caer y volver a empezar.

No sólo lo que está viviendo Europa en estos momentos es algo repetido, sino también lo que nosotros estamos observando en nuestro país dónde vuelven a resucitarse los fantasmas atávicos que no nos han traído más que miseria y garrotazos y a los que tendremos que cargar  para volver a empezar de nuevo.

La ignorancia de la historia es la condena del  futuro.

Cambié de cuento y fui a pasear con un erudito tanto de la historia del Japón como de Occidente, un afable profesor de agronomía casado con una cuéquara  que ejerció de subsecretario de la Liga de Naciones allá por 1926.

Inazo Nitobe escribió hace un siglo Bushido, texto que desvela el Espíritu del Japón y  las virtudes que hicieron de su pueblo la gente singular y admirable que son.

El Bushido no es más que una amalgama de sabidurías tomadas de diferentes fuentes como el budismo el shintoísmo, el confuncianísmo y las directrices morales trasmitidas durante siglos por los samurais y sabios del Japón.

La rectitud, el coraje, la benevolencia, la cortesía, la sinceridad, el honor, la lealdad y el autocontrol son sus claves. Leyendo a Nitobe uno entiende perfectamente el milagro japonés, su dureza casi invulnerable -sólo la  bomba atómica y la lealtad a su emperador los doblegó- el coraje y valentía de los héroes de Fukushima o el autocontrol de todo un pueblo frente a cualquier adversidad.

Mirando al cielo no dudé que conociendo mejor la historia y cultivando unas cuantas virtudes niponas nos iría  muchísimo mejor.

Demasiada ignorancia.