Iñaki Gabilondo entrevistaba en su serie «Cuando ya no esté» al tecnocientífico Jose Luis Cordeiro. El pensador del M.I.T hablaba de sus tesis acerca de lo que él llama la singularidad tecnológica, término semejante al que ya antes otro pensador informático, Ray Kurzweil, hizo referencia en su «Hombre autopoyético»; ambos señalan la fecha del 2045 como el punto de inflexión dónde la humanidad comenzará una nueva Hera que califican como Posthumana.
A la vista del crecimiento exponencial de los avances tecnológicos y científicos calculan que en treinta años presenciaremos la muerte de la muerte y alcanzaremos la inmortalidad. El envejecimiento podrá controlarse, las enfermedades que uno vaya a sufrir podrán pronosticarse con un test genómico de tan sólo diez dólares y podrán neutralizarse reprogramando el genoma de forma artificial. Dispondremos de un cerebro fuera de nosotros mismos -algo parecido a la nube dónde hoy guardamos los datos de los ordenadores- con el que podremos superar el pensamiento lineal y categorial que ahora manejamos para disponer de un pensamiento cuántico y tridimensional que dejará obsoletos el sí y el no, pudiendo procesar los «depende, según, quizás, tal vez, puede que si o puede que no» – en esto los gallegos ya son algo posthumanos –
La superación del pensamiento paleolítico permitirá suprimir emociones y sentimientos como la culpa, la vergüenza, el odio o los celos; el lenguaje que hablamos -y por el que somos hablados- como hecho diferencial de nuestra especie, dejará de ser el medio de comunicación habitual para pasar a comunicarnos a través de la telepatía, tanto entre nosotros como con algunos animales.
Prescindiremos de energías que no sean la solar -a Repsol le dan diez años de vida-, no nos comeremos ningún animal porque nuestra alimentación será tan completa como artificial y a la carta. La reproducción será programada y también a gusto del consumidor, el sexo virtual más placentero que en tres D y cualquier anomalía podrá curarse trasplantando el órgano afectado que, a partir del 2045, serán artificiales. Seremos pues, potencialmente inmortales.
Claro que un accidente o un crimen podrán matarnos, pero en ese caso siempre quedará el recurso de la criohivernación que nos permitirá estar congelados hasta que se puedan reparar los daños que aún resulten irreversibles en esa fecha.
Se avecina según estas profecías científicas una Posthumanidad en la que habitarán tres tipos de especie humana: los inmortales, los mortales -siempre como una elección personal- y los congelados.
Da que pensar porque estas cosas que parecen de ciencia ficción, siempre acaban siendo ciencia real.
Espero no llegar a verlo porque no me resulta nada atractivo ser inmortal ni estar congelado.
Y si hay que elegir ser mortal, prefiero hacerlo comiendome un buen chuletón.
Otro estupendo post que hace que el lector no se deje embobar por tanta fantasía cotidiana que promete un progreso indefinido.
Hay algo en él que me parece especialmente oportuno subrayar: «Da que pensar porque estas cosas que parecen de ciencia ficción, siempre acaban siendo ciencia real.» Efectivamente. Es curioso que, donde falla la prospectiva científica, acierta en cambio la ciencia ficción. Lo vimos con GATTACA. Estamos empezando a verlo con Minority Report y la fMRI. Y el viejo «Mundo Feliz» retorna con vigor gracias a la edición genética.
Y asusta. Porque no estamos ante fantasiosos sin fundamento, sino ante personas inteligentes, aunque tengan una filosofía pueril e inhumana. Kurzweil no es ningún tonto, ni lo son tantos transhumanistas que van por esa vía. Una filosofía que básicamente persigue la realización de lo posible, sea esto lo que sea (ratones transgénicos verdes o una hecatombe biológica).
No obstante, soy un tanto, un poco nada más, optimista. No creo que esas perspectivas se realicen. Somos más complejos que lo que creen los inductores de los grandes proyectos (Brain y HBP). Y ese optimismo se refuerza con la lectura de columnas como la tuya de hoy.
Aunque te comas ese chuletón, me consta que cobrarás fuerzas con él para seguir en la brecha… por el bien de todos, de la sensatez y de la libertad.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu aliento Javier, pero me temo que sigo siendo más pesimista que tu.
Un fuerte abrazo