La Voz de Galicia
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El bolero lo canta como sólo los boleros plasman los sentimientos: “dicen que la distancia es el olvido…” Pero la distancia es una cuestión de física y el olvido es un asunto emocional. Las cosas se olvidan las emociones jamás; quedan agazapadas en la amigdala cerebral -un diminuto microchip que tenemos en el hipotálamo- que permanece siempre alerta. Percibe, coteja, identifica y recuerda todo lo vivido. Si detecta algo que asocie con alguna escena cargada de emoción nos la hace revivir y -lo más importante- toma el mando de nuestra conducta antes de que lleguemos a poder pensar lo que sentimos y hacemos.
Una pareja rompe y las emociones duelen como llagas, después de un tiempo cicatrizan gracias a la distancia y el olvido, pero un simple comentario, una canción, un aroma o un lugar bastan para reabrir la herida del recuerdo y volver hacernos sufrir.
El remedio más eficaz para aliviar la mayoría de los sufrimientos mentales sería una pastilla para el olvido, un «psicohaker» que fuera capaz de entrar en la amigdala y borrar el recuerdo de aquello que nos las hizo pasar canutas. Esa sería la verdadera «píldora de la felicidad», algo capaz de aliviarnos de tantas cosas que sería mejor olvidar pero que no podemos.
Hasta ahora mantuve la esperanza de llegar a ver un avance así, pero la he perdido porque ese ya no es remedio eficaz en el mundo que viene. En el Tercer Entorno virtual la amigdala del cerebro ha pasado a la «Nube» y tendremos que buscar un invento diferente para conseguir borrar el rastro de la memoria del cerebro informático.
Esta especie de “Funes el memorioso” de Borges en que se ha convertido el mundo está pidiendo a gritos una adaptación a las nuevas necesidades. Los tratamientos psíquicos tendrán que desarrollar nuevas estrategias para controlar a este enemigo de la salud mental que es el mal recuerdo imborrable.
Tendremos que comenzar a prescribir distancias que ya no son físicas, habrá que indicar la extirpación del Facebook, el twitter, las redes sociales…toda esa plétora de memoria protésica que hemos desarrollado.
Hoy somos unos seres transparentes a los que cualquiera puede ver haciendo cualquier cosa, resintiéndose la intimidad tanto como la posibilidad de olvidar y de dejar de mirar.
Te morirás y aún habrá gente que seguirá tu rastro inmortal por la red.
En la red no hay distancias lineales, siempre acabas tropezando con mismo click que abre ese imagen y esa emoción que tanto duelen.
Cada vez se ve más gente que sufre por la imposibilidad de disponer de la distancia necesaria como para poder olvidar que impone la tecnología.
Una nueva fatiga a combatir.