La Voz de Galicia
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Estarán de acuerdo conmigo en que estas fiestas de Navidad están siendo muy raras. A la desnaturalización propia del laicismo galopante que ha asolado la mitad de los belenes, los adornos domésticos y urbanos, la primacía de los Reyes Magos -acosados por Papas Noeles y reinas magas-, que ha sustituído los turrones y polvorones clásicos por una plétora de sabores extraños e importados, a la coliflor con bacalao por el sushi y los villancicos por la guerra de galaxias. A todo esto, el tiempo primaveral y el experimento de unas navidades electorales han venido a sacarnos de contexto y dejarnos un cuerpo desubicado de cualquier espíritu navideño -no me extraña que cada vez en más pueblos se tomen las uvas a deshora.
Puede que la cuestión no tenga más importancia que un cambio de costumbres, pero no se debe minimizar la función que los ritos tienen a la hora de orientarnos en el tiempo. La Navidad señala el invierno, el congreso familiar anual, los buenos deseos para los amigos de cerca y de lejos, el intercambio de regalos, la pausa laboral etc… Si todo esto se vuelve borroso o deja de significar lo que significa, acabaremos más desorientados aún de lo que estamos, viviendo en un presente continuo como los animales o dentro del Face boock como seres virtuales.
A mayores de todo lo dicho, estas Fiestas Navideñas que otrora eran el paradigma de la ñoñez, la inocencia, los crismas de Ferrandis, los lazitos y cascabeles, los calcetines colgando de la chimenea, los pijamas de franela y las batas de guata, se han inundado de un erotismo publicitario que rellena los pavos y pavas de una voluptuosidad muy poco navideña, con omnipresentes anuncios de perfúmenes y colonias sobre cuerpos esculturales, revolcones de ciencia ficción, voces seductoras de mujeres y hombres insinuantes, irresistibles, rebeldes, castigadores, magnéticos…
Si a esta erotización publicitaria de las Navidades se le suma todo el cortejo de apareamiento político que hemos tenido que tragar estos días – y lo que te rondaré morena- pues eso, que no me extrañaría nada que más pronto que tarde en vez de reponer el “Que bello es vivir” de Kapra, nos echen en sesión continua el “Sexo en Navidad”.
Y si no lo creen, echen un vistazo a sus regalos de Reyes -los que reciban y los que regalen- y ya me dirán si el nuevo erotismo de la Navidad les ha invadido o no.
Feliz Año Nuevo.