La Voz de Galicia
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Admiro el coraje de los viud@s para encarar lo que resta de camino sin el compañer@ perdido, para convivir con la presencia de una ausencia tan dolorosa y -lo que es aún más meritorio- su capacidad para sobrevivir económicamente.
La historia está plagada de viudas ejemplares capaces de dirigir los negocios familiares y rehacer sus vidas de forma más que exitosa más allá del duelo, ahí están la viuda de Cliquot, la viuda de Tolrrá, la viuda de Solano, las viudas de alta costura como la de Kennedy, la de Mónaco o la de Boyer; las musicales como la Pantoja, Courtney Love o Yoko Ono ; las literarias como Maria Kodama o Marina Castaño, y muchos miles de viudas anónimas que han sabido sobreponerse a la falta y salir adelante.
Hay también muchos viud@s que se empantanan en un duelo congelado que no evoluciona y viven el resto de su vida entre paréntesis.
Hay viud@s que lo son en vida del difunto, como el caso de muchas separaciones en los que uno de la pareja reacciona como sí el cónyugue hubiera muerto tras el accidente de haberse ido con otr@, en estos casos no hay rencor ni esperanza suficientes para salir adelante, y anidan en la perplejidad y la fría negación del ”esto no me ha podido pasar a mi”.
También hay viud@s que dilapidan el patrimonio del difunt@ no tanto por la pena o la mala gestión, sino simplemente porque careciendo del carisma del finado pretenden mantener la misma intendencia pero sin llegar a su altura. Este tipo de viud@s se ven abocados a un crepúsculo lento y gris como la memoria del muerto. Este tipo de viud@s crepusculares los tenemos bien cerca y bien de actualidad. La viuda de Kischner en la Argentina, el viudo de Chaves en Venezuela y el viudo de Fidel en Cuba, son ejemplos palmarios de cómo el patrimonio político y social del desaparecido se va al tacho por un falta de altura con respecto al que ya no está. Estos viud@s crepusculares deberían comprender que cuando se trata de mantener el legado de gentes cuyo carisma es la clave de su éxito, lo mejor es deshacerse del patrimonio o cambiarlo por otro que, aunque no tan carismático, les permitiera ser ellos y no una burda caricatura del cadáver.
Los viud@s crepusculares se resisten siempre a no ser lo que fueron los ausentes y siempre reaccionan proyectando el sentimiento de culpa por su torpeza sobre el resto del mundo. Y no van a las tomas de posesión, ni aceptan la derrota, ni quieren darse cuenta de que el mundo en el que reinaron de consortes ya no existe.
R.I.P