La Voz de Galicia
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«Las patas de gacela están cinceladas por los dientes del león»
Proverbio Massai

Al hilo del crimen de Sergio Morate y de tantos otros que salpican la actualidad cabe hacerse la pregunta: ¿cómo son capaces esas mujeres de intimar con tipos así?
La respuesta no es sencilla, pero hay algunas ideas que pueden aclararnos algo.
La atracción que producen los machos dominantes sobre las hembras del grupo es una cuestión etológica que cumple una función de selección genética, la estrategia para conseguirlo es siempre la misma, da igual desplegar una cola de colores que tatuarse de arriba a abajo. El fin es el mismo: atraer a las hembras.
A diferencia de los animales que siempre siguen el mismo guión instintual, nosotros podemos elegir y gozar igual con una pareja que con un látigo, un liguero, una cabra o cualquier cosa que pueda nombrarse. La pulsión sexual en el ser humano no tiene objeto concreto. El sexo humano es todo menos natural porque siempre va cargado de singularidad. El sexo en los animales es un instinto pero en nosotros es además una pasión.
La película siempre empieza con un rasgo: un tatuaje, una forma de mover las manos, una pelo, una cicatriz, un olor, un tono de voz, un temor…algo que en un primer descubrimiento sexual causa una profunda huella emocional y se fija en nosotros de tal forma que pasa a ser una “condición indispensable” para sentirnos atraídos.
Freud se esforzó en aclarar cuales eran estas condiciones que dirigían nuestras elecciones de amor y algo consiguió; fundamentalmente aclaró que detrás de toda elección hay siempre algo que es sólo nuestro y que alucinamos en el otro al enamorarnos –por eso el amor es ciego-.
Lo trágico de las situaciones en las que se ven atrapadas muchas mujeres resulta de algo que estando en ellas, causa siempre la elección del chico malo y determina una repetición que se va manteniendo a lo largo de la vida aunque parezca variar el elegido.
Tarde o temprano el velo cae y se muestra sin añagazas que el otro no es lo que creíamos que era. Entonces aparece el rechazo o el empeño en querer cambiarlo, provocando los zarpazos de los machos dominantes.
Hay mujeres para las que sólo los hombres imposibles son posible; aquellos que son indomesticables y salvajes.
Cuando con el sexo consiguen dominar a ese hombre indomable, saborean el veneno de ser objeto y sujeto de dominio al mismo tiempo. El placer que proporciona la debilidad de permitirse ser aquello que se teme tanto como se desea.
Cada historia humana es única, pero ninguna mujer debería olvidar que los chicos malos nunca cambian por mucho amor que se les de.