La Voz de Galicia
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“Los hombres se sienten naturalmente inclinados a creer virtuosos a los demás; esta es la gran ventaja de los impostores y los tramposos” Abate Galliani, Lettere.

La última novela de Javier Cercas: El Impostor , habla de la biografía de Enric Marco .Un octogenario catalán que durante más de treinta años se hizo pasar por un deportado en la Alemania nazi superviviente de los campos de concentración. Recibió un montón de reconocimientos, presidió la asociación española de supervivientes y le fue entregada la gran cruz de San Jordi, máxima condecoración del Gobern de Catalunya.
La teoría de los roles psicodramática explica divinamente como es que potencialmente podemos ser todos los personajes que uno haya conocido e introyectado. Desde niños jugamos a explorar roles: policías, ladrones, maestros, princesas, monstruos, médicos, brujas…jugamos a ser de todo. Nos gustan los carnavales y los bailes de disfraces. Nos encanta inventarnos vidas y nos fascina la impostura.
Vivir siendo un sólo personaje es tan seguro como a veces aburrido. Casi todos abrimos escenarios relacionales donde poder ser otro o como mínimo algo distinto. Construimos relaciones en las que poder jugar a ser niños, otras en las que poder ser adultos y relacionarnos de tú a tú, y otras que nos disfrazan de autoridad. A lo largo del día transitamos por el rol de niños en la cama, de adultos en el trabajo o con los amigos y de autoridad sin gorra con los hijos o los subordinados.
Siempre somos el Mismo pero nunca somos lo mismo.
El problema está en saber quién es ése Mismo. Porque si ése Mismo , por ejemplo se enamora, sufre una grave enfermedad, una crisis vital o simplemente se cansa de seguir siendo él, puede apostatar de los cánones de su personaje y jugar un rol que nada tiene que ver con lo que haya sido hasta entonces.
Algo de este orden le ha ocurrido al Sr. Rato o a Walter White, el protagonista de la serie Breaking Bad.
Como canta Sabina todos soñamos ser personajes que nunca seremos, desde piratas cojos a defraudador en Andorra, Padrino en Cataluña, Comisionista en Suiza , Narco en Villagarcía o Constructor en Marbella. Algunos lo consiguen.
Todos somos actores/ impostores, nadie es igual a sí Mismo.
Navegamos siempre sobre esa íntima sensación de no ser verdaderamente lo que uno ha conseguido ser, de no creerse a ciencia cierta el personaje que uno ha construido, de sentirse aún pequeño e incompleto. De ahí la fantasía impostora que muchos ensayan.
La cuestión es ¿A quién tengo que impostar para poder ser yo mismo?
Todos somos impostores de nosotros mismos.
Todos tenemos dentro un Pequeño Nicolás, un Rato o un Enric marco.