La Voz de Galicia
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Fanático viene del latín «fanaticus» «perteneciente al templo», «inspirado, frenético y exaltado» haciendo referencia a los sacerdotes de la diosa Cibeles, los cuales se entregaban a violentas manifestaciones religiosas. Así es que las bases del fanatismo se cimentan en la exageración de ideas y creencias rígidas compartidas en grupo.
El fanático defiende ciegamente la realidad en la que vive mostrándose irrefutable a cualquier argumentación lógica y defendiéndola hasta la inmolación.
Los fanáticos quieren imponer su ideología a los demás creyendo que lo hacen por su bien; cualquier fanatismo está teñido de anilinas redentoristas, desde los nacionalismos radicales hasta el fanatismo islamista (Islam significa «sumisión»).
El fanatismo es también un mecanismo de defensa; el fanático suele ser alguien inseguro que necesita de la seguridad ciega de la creencia para calmar la angustia. Según Freud, “a través del fanatismo el hombre busca su seguridad”; otros psicoanalistas lo entienden como un intento de escapar de la soledad y el deseo de establecer vínculos afectivos con otros que comparten la misma creencia. Consiguen así disminuir, al mismo tiempo, dos miedos ancestrales en el ser humano : el miedo a la libertad y el miedo a la soledad.
Richard Dawkins apunta que contagiar un trastorno mental de este tipo en el que el síntoma nuclear es una idea -neme- sobrevalorada y fanática, es hoy más fácil que padecerlo por causas genéticas debido a la enorme cantidad de trasiegos interpersonales que realizamos, y la cantidad de medios disponibles para la dispersión de todo tipo de memes/ideas. En cuestión de fanatismos los «nemes» ganan a los genes.
Daniel Dennet sostiene que igual que hay parásitos biológicos también hay parásitos culturales en forma de ideas. Nuestra capacidad para controlar los excesos tóxicos que tiene la libertad –dice- no puede ser asumida o exportada a otras culturas que no disponen de inmunidad frente a ellos.
El mundo globalizado permite la propagación de nemes culturales que resultan inadmisibles para otras civilizaciones. La cultura occidental ha conseguido con mucho esfuerzo y siglos de lucha estar inmunizada contra las diferencias ideológicas y conseguir integrarlas. Otras culturas aún no lo han conseguido.
El fanatismo religioso –sea ejercido por cruzados o yihadistas- no es una cuestión de religión. Todas los grandes monoteísmos predican la paz y el reconocimiento del prójimo.
Jesús -profeta en Islam y el Judaísmo- afirmaba: «A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César» revelando divinamente dos registros: el espiritual y el material. Cuando ambos se confunden aparece el Fanatismo religioso.
! Alá Ákbar! gritaba el pequeño de los Kouachi mientras descerrajaba el cargador a la libertad de expresión.
El islamismo radical no ataca a otro dios sino a otra civilización en nombre de Dios.