La Voz de Galicia
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Es verdad que hay personas y relaciones tóxicas -no confundir con los gafes que, perteneciendo a la misma familia, son otra subespecie, aunque sean igual de peligrosos.
La toxicidad de estos individuos se basa fundamentalmente en su condición de ser un reservorio de rumores, escupen el cuchicheo y contagian a los demás boca a boca por la vía del lenguaje -el rumor es un agente tan patógeno como la gripe. Una vez infectado el huésped se vuelve a su vez contagioso y así sucesivamente hasta convertirse en una epidemia que puede llegar a desequilibrarte o producir la ruptura de la organización, sea esta una relación de pareja, un grupo de amigos, una oficina, una empresa o una multinacional.
Son esa gente que se pasa el tiempo lanzando sus gérmenes, sus especulaciones alarmantes no confirmadas, provocando mal cuerpo y dejándote con esa desazón desagradable que producen las dudas que no se pueden combatir con la comprobación o el olvido.
El infectado por el rumor se vuele tóxico si lo relanza a otra persona, salvo que esta sea inmune. Los individuos inmunes al rumor son aquellos que lo reciben pero no lo trasmiten, y son esenciales para poder parar la epidemia. La mejor actitud frente al rumor es no propagarlo jamás.
Dentro de la taxonomía de gentes tóxicas las hay también de baja toxicidad como la subespecie de los cotillas y los chismosos -no confundir el rumor con cotilleo, que también puede ser tóxico, pero no tan venenoso.
Los cotillas son hipotóxicos, a veces resultan entretenidos y es más fácil desarrollar inmunidad.
Hay que saber identificar estas diferentes variedades de agentes tóxicos, procurar no arrimarse a ellos y si resultas infectado, no trasmitir ni tuitear nada de lo que digan.

Al igual que hay personas tóxicas también existen relaciones tóxicas, que podrían definirse como aquellas que sabiendo que te destruyen, no eres capaz de desengancharte de ellas. Las relaciones tóxicas no son contagiosas para el entorno, obedecen más bien a un patrón clínico de adicción. Producen dependencia, producen abstinencia y a la larga te arruinan, pero se persiste en ellas recaída tras recaída.
El tratamiento genérico es el mismo que para cualquier otra adicción: dejar de consumir, dejar la relación; recurriendo a la ayuda profesional que haga falta o cumpliendo el precepto Benedictino del «ora et labora» que, en su versión couching moderna, es el » piensa en positivo y haz ejercicio». Si consigues mantenerte un tiempo lo suficientemente largo lejos del objeto, sustancia o individuo tóxico, estas a la mitad de la recuperación. La otra mitad consiste en llegar al firme convencimiento de que si vuelves a acercarte, volverás a engancharte.
Y créanme, estamos rodeados de palabras y relaciones infecciosas.