La Voz de Galicia
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Se ha dicho de todo esta semana acerca de la violencia en el fútbol tras el desgraciado incidente del hincha del Depor. Se ha subrayado que la violencia pandillera no es un fenómeno específico del futbol, que siempre la hubo y me temo que siempre la habrá. Se ha especulado acerca de cuáles son las medidas a tomar para paliarla: que si la culpa es de los clubs que favorecen ,estimulan y amparan a sus aficionados más radicales; que si la responsabilidad es policial y si ocurren cosas como la que nos ocupa es debido a que no hay una buena prevención y coordinación. Que si son los videojuegos los que estimulan tanta violencia, que si las ideologías radicales, que si la sociedad, que si la impunidad de los clubes en tantos aspectos…Se ha dicho de todo.
Pero hay un aspecto que más allá de todos estos argumentos da que pensar, y es lo anacrónico de sus protagonistas. No es anacrónica la violencia, ni las trifulcas grupales juveniles, ni el radicalismo ni el fanatismo. Lo verdaderamente sorprendente y nuevo de este fenómeno de la violencia futbolera actual está en la edad de sus protagonistas. ¿Qué hace un padre de familia cuarentón apuntándose a una cita para darse de ostias en manada? ¿Cómo es posible que la mayoría de los contendientes pasaran la treintena holgadamente?
El fenómeno posmoderno de la progresiva infantilización del adulto y la paralela adultización del niño, cobra en estos sucesos una relevancia ejemplar sobre la que convendría reflexionar un poco más.
Tan anacrónico es que un señor mayor -al que se le presupone por edad un mínimo de sentidiño- se lie a tortazos adolescentes del tipo “nos vemos a la salida”, como que tres niñas de doce y trece años mueran atropelladas en un arcén toledano cuando regresaban a las siete de la mañana de una discoteca.
Ambos sucesos apuntan a lo dicho y a una falta de responsabilidad generalizada, a un derrumbe de la autoridad y valores que hace que nadie asuma su responsabilidad.
La culpa es del conductor imprudente, de los descerebrados del frente atlético, de la policía, de los presidentes de los clubs…De cualquiera menos de quien –haciendo dejación de su responsabilidad- se pone a jugar a las batallas campales o permite a unos niños deambular por una carretera de madrugada.
Cuando nadie es capaz de asumir lo que le toca en la edad en que le toca , es cuando se abre la puerta a la posibilidad de que falle todo lo demás.
Hay que hacérselo mirar.