La Voz de Galicia
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Me veo en el memorable concierto de Lluis Llach-allá por el mes de enero de 1976- cantando la Estaca. Y me sorprendo hace poco viendo a Podemos amenizando sus actos con el mismo tema, y con Quilapallún y Labordeta.
Escuchar hoy esas canciones pasados los cincuenta, supone una vuelta al inicio que no al origen, porque de original tienen poco. La puesta en escena de Podemos se presenta antigua y vintage. Adornarse con antiguallas musicales de hace cuarenta años no parece muy progresista. Es un detalle tan retro como colocarle un pasador de corbata a Pablo Iglesias, algo que rechina con los planteamientos ultraprogresistas de la formación.
Visto lo visto, creo entender el enigma ideológico de Podemos que, efectivamente, no son ni de izquierdas ni de derechas, ni medio pensionistas. La filosofía en la que mejor encajan es el Retroprogresismo que tan finamente definió Salvador Pániker allá por 1987: analizar el hoy con los ojos del ayer y viceversa.
Gran parte de su exitosa intención de voto se nutre de gente que –quizás sin saberlo- son retroprogresistas.
Un montón de nostálgicos de los que encienden los mecheros cuando suena el Imagine de Lennon, han acudido al fenómeno Podemos aturdidos por el «Unheimlich», lo siniestro, que llamaba Freud. La peculiar desazón emocional que produce lo siniestro causa espanto precisamente porque no es conocido, familiar. Lo siniestro sería siempre algo en que uno se encuentra, por así decirlo, desconcertado; algo parecido a la impresión que producen las figuras de cera.
Regresarte a una lejana juventud trufada de utopías antes de que se fueran al tacho –“No era aixó”, cantaba diez años después de tirar la Estaca el mismo Lluis Llac en su álbum Campanades a mort-. Todos cuantos vibran reviviendo ese estado emocional de hace cuatro décadas son retroprogresistas.
Pero ¡que fatiga! da pensar -para quienes sintiéndonos progresistas y vivimos en primera persona todo aquello- que pasarían cuatro décadas para llegar al mismo sitio, a la misma música y con la misma letra. Eso causa un efecto siniestro.
El otro caladero de votos está en los actuales jóvenes progresistas que no conocieron en origen lo que ahora les enardece, ni vivieron la evolución de todo aquello y que son, también quizás sin saberlo, retroprogresistas.
Sería más fresco y atractivo que los muchachos de Podemos cerrasen los mítines con el Breaking Ball de Myle Cyrus o el Like a Virgin de Sor Cristina Sccucia.
Y es que da mucha pereza volver a pegar el poster del Ché en el cuarto y bailar con Hair o Jesucristo Super Star cuando te empiezan a doler las caderas y ya no tienes pelo para recogerte la coleta.
Plus ça change, plus ça continue.