La Voz de Galicia
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Este verano raro ha venido cargadito de noticias de esas que te hacen pensar sino te estarás volviendo un misántropo o lo que es lo mismo, incubando una aversión psicológica hacia la especie humana.
Mires donde mires la expresión de nuestros más crueles impulsos y desvaríos campan por doquier: Palestina, Ucrania, Irak, Congo…
Las grandes tragedias de siempre, los mismos collares con distintos perros, las mismas barbaridades con distintas caras y distintas localizaciones geográficas y temporales…No tenemos remedio.
Y entre todo este macro espanto se entreveran pequeñas guindas domésticas que no por ser pequeñas dejan de ejemplificar nuestra naturaleza y hacer buena la afirmación de Emmanuel Kant –insigne misátropo-: “de la tortuosa naturaleza de la humanidad, ninguna cosa recta puede obtenerse”; o la de otro gran misátropo, Arthur Schopenhauer: “la existencia humana debe ser una especie de error”.
Somos como somos y por mucha civilización que reclame Freud, seguiremos siendo lo mismo con las mismas pasiones incontroladas e incontrolables que nos infectan como un ébola sin vacuna.
Esas emociones, siempre las mismas, que nos desbordan llegado el caso y nos empujan a las mismas conductas, los mismos errores, los mismos crímenes y las mismas putadas.
En este verano raro ha habido dos historias que me han llamado la atención -quizás por lo cercanas o lo redundantes- en las que se han expresado los sentimientos más pendencieros que nos adornan. El culebrón de la Pujoliada y el del pizpireto Hollande son pequeñas viñetas de nuestras atávicas pulsiones: la avaricia, la lujuria, el poder, los celos, el despecho y la venganza.
Los dos casos navegan sobre las mismas aguas estancadas de nuestros fondos. Tanto a los Pujol como a Hollande los ha derribado la misma piedra del despecho, un arma utilizada históricamente con más pericia y contundencia por el género femenino que gusta de las venganzas “frappé”, sin sangre y con veneno.
David contra Goliat, Valerie Tierweiler contra Francois Hollande, Victoria Alvarez contra Pujol Ferrusola. Pasión, poder, celos, dinero, engaño, despecho y pedrada de venganza entre ceja y ceja.
Qué talón de Aquiles fatal tiene el poder con el sexo que atenúa las defensas más elementales de la prudencia y se expone hasta la insensatez –llevar a la novia con bolsas de quinientos en la mochila o coger la moto para ir desde el Eliseo al pisito de un amigo calavera lo és-.
Será que el poder les hace sentir invulnerables y arriesgan todo apostando a un polvo bobalicon sin contar con que todo Superman tiene su criptonita de despecho femenino.
Ellos son más de matar y suicidarse, ellas de esperar y demolerlos. Desde los clásicos griegos siempre el mismo guión y el mismo final.
Misántropo humanista puede ser una alternativa.