La Voz de Galicia
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El mundo se ha hecho tan pequeño que nos amontonamos los unos sobre los otros como en el camarote de los hermanos Marx. La capacidad de comunicación actual nos permite estar informados al instante de todo lo que pasa en el mundo. La mayoría de los hombres y mujeres que estamos viviendo este cambio no crecimos con esta papilla informativa de cinco continentes, y con esto pasa como con el inglés, que no queda otra, que hay que engullirlo.
El problema no es aprender a vivir en esta Red que para la mayoría de las cosas supone una comodidad y unas posibilidades inimaginables, lo difícil es soportar la sobrecarga emocional que esta supone.
Muchos lectores se acordarán del rotativo “El caso”, el único que informaba en su totalidad de sucesos cargados de espanto como el crimen de Jarabo, las fechorías del “tragantón”, el Lute o los marqueses de Urquijo. Si querías empacharte de emociones oscuras tenías que irte a El Caso.
Noticias como las de aquel exclusivo periódico son hoy portada de todos los cientos de informativos y soportes de comunicación existentes, demasiada sobrecarga para la que aún no estamos adaptados – y ya se sabe, “donde non vexas corpo, non botes carga”-.
Sin buscarlo ni conocerlos tengo que desayunar con tipos como los Boko Haram, ciberpedófilos, lapidadores de mujeres indefensas y demás oscuros humanos. Almorzar con las SIGAVS, los cursos de formación paga chorizos, las regalías de Pemex y los blindajes y aforamientos de aquí y de allá. Me aburro con sus explicaciones.
¿Cómo no agitarte con el drama doméstico de los “asaltavallas”, y el lejano de los miles de niños centroamericanos asaltando la frontera americana? Son el mismo espanto sólo que con diferente color de piel y elevado al cuadrado.
Antes nos estremecíamos con lo que pasaba cerca pero ahora que nada está lejos, todo nos estremece. Y es muy penoso.
Se oye con significativa frecuencia aquello de: “yo no veo la tele ni escucho las noticias porque todo son desgracias”.
Se sabe que un exceso de información produce ruido y el ruido que se produce en la gente cuando hay un exceso de información que provoca tanta empatía es ése, el de la afectorrea, la indiferencia y la anestesia.
La mejor defensa psíquica capaz de salvarte cuando llegas al punto de saturación emocional es disociarte – así lo llaman las ciencias de la mente- consiste en desdoblarte de tal forma, que puedes contemplar las mayores atrocidades con total indiferencia, como si estuvieras en el cine. Algunos estamos llegando al punto.
Y cada vez aprecio más el silencio desnudo y solitario de vivir en un Tonel.