La Voz de Galicia
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Localizó el punto negro en la mitad del surco naso geniano y se apresuró a atacarlo acercándose al espejo. Enfocó una mirada láser y apretó decidido con los dos dedos índices hasta expulsarlo de su cráter. Alzó la vista hacia los ojos y contempló su cara de placer y satisfacción, pero notó algo extraño en el ojo izquierdo.
Clavó la nariz en el espejo y no daba crédito a lo que veía: una diminuta mujer se asomaba a su pupila acercándose y alejándose como manejada por un zoom. Estaba allí, sonriente, haciéndole gestos y levantando los pulgares en plan “OK”.
Pero que coño…-murmuró-. ¿Qué coño es esto?. Repitió varias veces la operación de rascado si éxito. De pronto escuchó un eco lejano en su cabeza: “Me vas a hacer daño animal…Sooy yoo la niñaa de tus ojoos… ¿No me reconoces?
Me estoy volviendo loco –pensó agobiado-, motivos no le faltaban, la semana había sido demoledora. Se le acabó el paro, su hija había hecho bacarrá en la última evaluación y botellón todos los sábados. Y su mujer, le acababa de presentar los papeles del divorcio. La vida se pone puerca a veces.
Fue a la consulta del Dr. Rabasades, eminente oftalmólogo formado en Alemania. Lo sentó en una especie de periscopio con la barbilla clavada delante de unas gafas siderales. Tardó veinte minutos en decir: “Increíble pero cierto”, tiene usted razón, hay una mujer en la pupila. Es la primera que la veo, pero tengo colegas irlandeses, griegos y portugueses, que comunican haber visto casos idénticos últimamente.
Pero ¿tiene cura? –casi suplicó. Difícil, parece ser que sólo aparecen cuando hay una gran tensión psíquica o una fuerte sensación de peligro prolongada, una gran angustia. Eso nunca se sabe cuanto va a durar.
Entró en la consulta del psiquiatra con la incredulidad esperanzada de quien va ver a un chamán. El médico lo escuchó con una atención flotante y preguntó: ¿siente usted que lo ha perdido todo…que le han robado hasta la niña de los ojos?. Asintió ensimismado. Entonces, puede que no sea más que una proyección de su cerebro, un holograma, un fantasma de su deseo, una necesidad de alguien que le muestre una salida.
¿Y entonces, que hago?. “Pregúnteselo a ella”, contesto el alienista.
¿Quién eres? – dijo enfocando el ojo izquierdo en el espejo. Soy la niña de tus ojos- contestó ella- ¿quién si no?, la auténtica, la que sólo está cuando no hay nadie más a quien mirar o duele ver lo que se mira. Cuando no sabes a dónde ir ni ves una salida. Tu pupila, la niña de tus ojos, la tuya…tú mismo.
Yo soy lo que buscas.