Escribe ecuaciones con errores. Fórmulas que no funcionan. O sea, canciones impuras como la vida misma. Temas imperfectos que clavan el alma con un alfiler en el corcho de las emociones. Una hemorragia creativa. Además multiplica su talento hasta el infinito y más allá con su hermano Amaro. Los dos tienen muchas tablas, náufragos de los escenarios. Iván Ferreiro lo ha vuelto a hacer: el disco redondo, un donut que alimenta los corazones solitarios. Saldrá a la venta este mes, pero ya se puede escuchar en su blog. Iván, el terrible, edita Mentiroso mentiroso, y los Grammys se le van a quedar cortos. Está en el mejor momento de su carrera hacia todas las esquinas. Hay, por las canciones, pedazos rotos. Se aprieta para cantar el corazón, no el cinturón. Increíble declaración de amor De mi pandero: «Me gusta comer con las manos y cocinar para ti. Bailar las palabras». Habla de pactos infinitos, bajo un cielo de hojas azules. Hay que beberse la noche y pisar charcos, dice. Iván no es políticamente correcto, menos mal. Es una potencia. Se pregunta «¿Dónde está el tiempo perdido?», ese que nunca nadie nos va a devolver. Iván vive en Madrid, entre semana, a ritmo de madrileño. Y los fines de semana no falla en Val Miñor, frente a la acuarela del mar. Es un tipo especial que se ha encontrado a sí mismo en el surco de una canción. Y tiene ese timbre de voz que abre puertas blindadas.
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